martes, 14 de junio de 2011

360 Tour en México o la muerte del "Rock de Estadio"

Me es difícil encontrar una forma sencilla de empezar ésta entrada. Tal vez fueron los seis (sí, SEIS) meses de espera (¿PARA ESTO?). Tal vez fue la terrible organización del lugar. Tal vez fue la emoción (y decepción) de, finalmente, asistir a un  espectáculo de U2. O tal vez fue simplemente una tarde de mal humor de su servidor. Sin embargo, el espectáculo de la banda irlandesa U2 presentado en el Estadio Azteca la noche del 14 de mayo fue, simplemente, uno de los peores a los que he asistido. Dicho juicio, de entrada, parece una herejía, una locura: un vistazo somero a los comentarios en distintos foros y sitios de internet indica una percepción totalmente distinta, lo cual está muy bien. Muchos fanáticos (en el estricto y exacto sentido de la palabra) de la banda salieron satisfechos. Los medios de comunicación, al parecer, también salieron satisfechos. Yo, en cambio, no encontré razón para ello: simplemente es mi opinión. ¿Por qué no encontré razón para emocionarme? 

Uno...dos...tres... ¿catorce? Al diablo, qué importa

I
 
Llegamos cerca de las siete y media de la noche, con la intención de no perdernos gran parte del espectáculo -los boletos no son baratos- a pesar de que el acto inicial corrió a cargo de una banda poco conocida para nosotros: Snow Patrol. Como en casi todo evento similar en la ciudad de México, la venta de mercancía "no oficial" (o piratería, como sería confirmado más tarde por el equipo de la misma banda) ofrecía todo tipo de objetos alusivos: desde las clásicas playeras, hasta muñecos del mismísimo Bono - "sí amigo, es el que canta" -. Por supuesto, enterados de la magnitud de la agrupación, los vendedores no dudaron en sacar la máxima ventaja posible. Ciento veinte pesos por una playera es sólo un ejemplo de ello. Después de pasear por los puestos informales, decidimos encaminarnos a nuestro lugar en la sección general poniente, la más barata (o menos cara, depende como se desee ver). Al llegar, observamos que el espectáculo había comenzado, así como uno de los grandes problemas de la noche: la pésima calidad del sonido. Pensamos (¡oh, ingenuos!) conocer la música de dicha agrupación al verlos actuar pero solamente alcanzamos a ver a unos tipos bailando y (suponemos) interpretando lo que debía ser uno de sus temas más conocidos, según lo demostraban unas chicas de la fila de abajo.

     "Debe de ser un problema pasajero", pensé. "En el espectáculo principal, el sonido debe de ser mucho mejor", le dije a mi acompañante, la cual se mostraba muy emocionada ante el inicio del plato fuerte, el "concierto de la década", según adelantaban algunos. Cerca de cuarenta, acaso cincuenta minutos, las luces daban paso a la clásica a la proverbial Cielito lindo... después vino Space Oddity de Bowie, mientras Bono, The Edge, Larry Mullen Jr. y Adam Clayton entraban, triunfantes, justo  como los dioses del rock lo hacen. El estadio, con eso, comenzó a rugir. Y después, cuando tomaron sus instrumentos,vino el horror y el aburrimiento.

    La banda interpretó, durante dos horas, una "atinada selección de temas" según me enteré después. Lo único que yo oí fue un sonido estridente que, con un poco de ayuda de los gritos de los asistentes, rayó por momentos en lo cacofónico. En algunos puntos del "concierto" me sentí mareado y con ganas de salir del lugar. Pensé, ingenuamente, que en algún momento el sonido se haría más claro y alcanzaría a distinguir alguna canción. Empero, no me enteré de nada: lo único (más o menos) audible fueron las palabras de Bono, traducidas simultáneamente y con algunos errores en las pantallas de "La Garra". Oh, claro, "La Garra." ¿Qué sería del show sin tí? ¿Acaso no es una broma? "La Garra" sólo funciona para dos cosas: como pantalla (no únicamente dos ¡sino cuatro! Vaya, eso es innovación) y para evitar que la  ropa de la banda no se dañe si llega a ocurrir un desastre, como una leve lluvia.

     Probablemente haya sido únicamente mi percepción, tal como lo podría indicar los miles de comentarios vertidos al día siguiente. Nuestra ubicación pudo haber ayudado a captar tan mal sonido. Sin embargo, eso me deja muchas dudas con respecto al verdadero alcance musical e interpretativo de la banda. Al parecer, pensaron, la potencia del sonido sería suficiente para obtener resultados decentes. Nada más lejos de la realidad. Con razón han tenido problemas en el pasado para presentar un espectáculo con tantos decibeles, como les ocurrió, si no mal recuerdo, en Italia. 

     Tal vez las personas que se encontraban más cerca del escenario encontraron menos dificultades para disfrutar de la música, parte muy importante del espectáculo. Tal vez ellon si distinguieron cada una de las canciones. Desde mi lugar, no escuché más que sonidos informes. Tal vez, en otro lugar y en otras condiciones, podría haber disfrutado de la música de U2. Mejor habría sido quedarme en casa a escuchar The Joshua Tree y no haber presenciado un ataque tan terrible para mis oídos. 


II 

¿Recuerdan que mencioné anteriormente lo aburrido que resultó la función? Definitivamente eso fue algo muy aparte del sonido deficiente, algo difícil de describir en palabras. Lo más cercano para describir lo sería como un espectáculo vacío, frío y premeditado. 

    Teniendo tan impresionante soporte tecnológico, me dejó bastante decepcionado su uso. Más allá de imágenes de la banda con unos cuantos efectos y algunas proyecciones de tópicos recurrentes en la obra de U2  -la guerra, Amnistía Internacional, el tema de activistas criminalizados- , no hubo nada. Si la intención era hacer reflexionar al público, yo no entendí cuáles eran los mensajes. En ningún momento sentí una verdadera razón de empatía con lo mostrado. Siendo justos, me parece mucho más universal y entendible el mensaje de Roger Waters en su gira de "The Wall". "360 Tour" es un show con un mensaje vacío. Sin embargo ¿cuántos conciertos lo son? Prácticamente la mayoría. y eso no es malo, siempre y cuando la música (porque son músicos) esté por sobre todo eso, lo demás serán cosas añadidas. El punto aquí es que U2 ha vendido sus giras con ayuda de la imagen mesiánica que Bono ha moldeado durante casi tres décadas y, aparentemente, con muy malas interpretaciones en el escenario.  Mientras que la idea de poder cambiar al mundo mediante el arte en general (en este caso el rock en particular) es muy loable, su tour es bastante contradictorio. Elitista y pedestre, en donde pagas más para estar más cerca de los ídolos y los demás se conforman (gustosamente) con el privilegio de simplemente estar en el mismo estadio con ellos. La parafernalia excesiva y los gastos innecesarios solamente adornan un supuesto show con conciencia.

     Resulta paradójico que una noche tan calurosa haya sido testigo de un espectáculo tan frío. Durante dos horas, a pesar de los saltos, gritos y mensajes de Bono, me dediqué a bostezar. Todo parecía tan premeditado y rutinario, como si la solemnidad de los encuentros con altos funcionarios y políticos hubiera permeado el rendimiento de la banda en el escenario. Por supuesto, no me estoy cegando a la realidad: la mayoría de las bandas de rock ofrecen pocas sorpresas durante sus giras (siendo Bob Dylan un caso aparte totalmente). Sin embargo, algunos pueden decir "¡Nos la estamos pasando muy bien en México!" y resulta creíble; con U2, eso no pasó. Cada palabra estudiada y colocada minuciosamente en el escenario, la mujer que leyó un poema, cada paso debajo de "La Garra"...todo parecía una obra actuada por intérpretes cansados de repetir el mismo número noche tras noche. Y no es raro después de tantas fechas vendidas en diversos países. Eso sin contar los comentarios políticamente correctos y facilones -cómo de político en plena campaña- acerca de la situación actual del país y del mundo. Todo en su lugar, ni la más mínima probabilidad de algún error, ni de un minuto más sobre el escenario. Cuando se deja un margen tan estrecho, la comodidad da paso al aburrimiento. Y, de paso, al estancamiento.

     Finalmente se trata de un producto muy burdo de entretenimiento. Y si a esas vamos, debería tener garantía de satisfacción (¡si hasta en Wal-Mart tienen eso!). Yo reclamaría mi dinero sin dudarlo ni un momento.


"La Garra"  o lo último en templetes de alta tecnología

III
 
No importa cuánto me gusten The Joshua Tree o All That You Can't Leave Behind. No importa cuánto duró la espera. La sensación dejada por esa noche de mayo es similar a cuando te prometen un durazno dulce y jugoso para comer, pero recibes un limón agrio y seco. Definitivamente, no es el mejor show del mundo y, por lo visto esa noche, tampoco es la banda más grande de rock en activo. Esa noche, y muy a pesar mío, debí darle la razón a Roger Waters, quién parecía predicar sin el ejemplo. La gira de The Wall, a pesar de ser un espectáculo masivo, e igualmente planificado, se siente más vivo, se ve más pasión en él. 360 Tour no es rock ni es música. Solamente es un monumento al ego de la banda. Es fanatismo en estado puro. Es hipocresía disfrazada de mesianismo. Es  vacío, frío y estéril: es "Rock de Estadio".


No Paul Hewson, no necesitamos otro héroe por ahora

IV

O tal vez estoy haciéndome viejo. Les toca decidir a ustedes.

P.D. Otra punto de vista del 360 Tour aquí abajo