viernes, 30 de junio de 2017

Morphine: Introducción


Recuerdo la primera vez que escuché a este grupo (sí, sé que es poco adecuado hablar en primera persona al hacer críticas, pero esta entrada lo merece). Hasta ese momento, fue una experiencia única: fue una de las primeras veces que un álbum (Cure for Pain) me engancha desde la primera escucha. Ese sonido, altamente melódico, roquero pero sin una guitarra a millas de distancia era algo completamente refrescante. Claro, después experimenté lo mismo con otros grupos, pero como siempre, la primera vez rara vez se olvida.

Esta introducción a título personal, es para comenzar a hablar de Morphine, una de los mejores grupos de los noventa. Ahora bien, tal vez muchos de ustedes no recuerden a este grupo y puede haber una razón muy importante para ello: la poca exposición que tuvo en los medios masivos. Por supuesto, parece una razón ilógica y que suena como pretexto, pero hay en gran parte es cierta. Verán, aquellos que recuerden la década de los noventa, recordarán las tendencias que surgieron, llegaron al cenit y murieron en esos diez años. Grunge, con exponentes como Nirvana; el renacimiento del britpop, en manos de Oasis y Blur; el boom de la música electrónica, con Prodigy; la llegada del rap y hip hop al gusto popular, y el trip hop, en  manos de Massive Attack y Tricky. Entre todos ellos, fue difícil para Morphine encontrar una audiencia masiva.

Pero no fue por falta de talento, al contrario, el grupo tenía mucho. La gran desventaja que tenía el trío era que decidieron apegarse a formas musicales…si bien no pueden decirse “convencionales”, si pueden llamarse “retro”. Boogie, rock, blues y jazz se amalgamaban en composiciones compactas (pocas canciones del grupo rebasan los cinco minutos) y llenas de ganchos melódicos memorables. En el catálogo del grupo, no había nada realmente “novedoso” en comparación a lo que ocurría en el mundo; ningún uso extraordinario de técnicas de producción o de instrumentos nuevos, nada de sintetizadores. Pero esto sólo sirve para resaltar la genialidad del grupo, ya que es muy difícil hacer discos memorables con un arsenal tan limitado (el bajo de Mark Sandman, el saxofón de Dana Colley y la batería de Jerome Deupree, y después, de Billy Conway). Como dije al inicio, la banda sabía roquear, sin necesidad de usar guitarra eléctrica.  

Este arsenal limitado al que me refiero tenía un efecto negativo y ese fue que la mayoría de los discos de Morphine suenan muy similares entre sí. Cuando el grupo comenzó a incluir variaciones estilísticas y mayor diversidad de instrumentos, el destino dictaminó el fin de la historia, en una noche fatídica, cuando Mark Sandman se desplomó en pleno concierto, para fallecer esa misma velada. Sin embargo, todos sus LP duran menos de una hora, lo que ayuda a que este problema sea menos notorio. Y ello también ayuda a que el grupo editara discos breves pero contundentes, en los que las canciones tienen un alto impacto emocional y muchos coros memorables. Extrañamente, varios sencillos de Morphine tenían potencial para volverse en éxito; por qué no lo lograron es un misterio que no logro comprender.

Sin embargo, la verdadera genialidad del grupo, y me atrevería decir que fue gracias a Sandman, fue la creación de un sonido oscuro, pero nunca negativo. Alguna vez leí una reseña en la que decía que, si bien la música del grupo estaba basada en los aspectos negativos de la vida y muchas canciones tienen esa atmósfera “noir”, por decirlo así. En realidad, Morphine no escribió canciones “dark” o música deprimente; básicamente, el mensaje de Sandman (quien también tenía un gran talento para escribir letras) era “sí, la vida puede apestar, pero a pesar de todo, hay que continua”, lo cual, al menos, lo distancia de la atmósfera de grupos como The Cure o Joy Division. El mismo grupo tenía un mote para su música: low rock. Y sí, exactamente así se siente.

Y no dudo en decir que Sandman fue el alma y el cerebro y el corazón de la banda. Claro, el saxofón de Dana Colley también es importante, pero vayamos a las evidencias: los proyectos posteriores a la muerte de Sandman (como los Twinemen), pueden contener ideas interesantes en cuanto a la textura de la música; sin embargo, con Sandman, también murieron las melodías memorables, las letras interesantes y la interpretación vocal llena de sentimiento.  

Así que, para preservar la obra y legado del grupo creador, el único y mejor exponente de ese low rock, yo recomendaría ampliamente adquirir la discografía completa de Morphine. Hace algunos años era una tarea casi imposible encontrar sus álbumes en formato CD, pero las discográficas tuvieron el tino de no descontinuar ni descatalogar esos LP; es más, incluso algunos de sus discos son fáciles de conseguir sin necesidad de pedirlos “de importación”, a precios relativamente accesibles. Denle una oportunidad a Morphine, ya que difícilmente se arrepentirán.  

Discografía

1992: Good
1993: Cure for Pain
1995: Yes
1997: Like Swimming
2000: The Night


jueves, 29 de junio de 2017

Steely Dan: Introducción


Vean la fotografía que está al inicio de esta entrada. Este par de caballeros, ¿son un par de profesores universitarios? ¿Un par de ejecutivos de alguna empresa? No, se trata ni más ni menos que de Donald Fagen y Walter Becker, mejor conocidos en el mundillo del rock como Steely Dan, un grupo muy particular. Por lo general, se le categoriza dentro del subgénero de “jazz-rock”. Dicha clasificación es un tanto engañosa, si recordamos que dicha etiqueta también se le ha puesto a grupos como Chicago, Blood, Sweat and Tears, Morphine y, en algún momento, a Miles Davis. ¿Qué tienen en común dichos grupos con el grupo de Donald Fagen y de Walter Becker? En lo musical, poco; el único factor común es el uso de metales en varias de sus canciones. Aunque la influencia del jazz es innegable en la obra de Steely Dan, en varios discos (especialmente los más recientes) podemos encontrar poco de “rock” y más bien, el grupo tendió más hacia el lado del pop. Steely Dan no toca muy “fuerte”, pero tampoco muy “suave”. Pero, ¿qué es lo especial de los “Dansters”?

Para entender un poco mejor al Dan, hay que mencionar que el grupo comenzó como tal, como una banda. Conforme pasó el tiempo, el grupo quedó en un dúo, en donde se puede considerar a Fagen como el letrista y a Becker como el encargado de la música. El objetivo de este dúo, el verdadero leit motiv de la existencia del grupo, fue tomar bases musicales “convencionales”, como pop y rock, incluir una pizca de jazz, grabar las composiciones con una banda de respaldo ultra-profesional y producir cada disco de manera impecable, de manera que el sonido fuera lo más claro y nítido posible. Sin embargo, el factor de “shock”, lo que hacía especial al grupo, era incluir letras con temáticas poco convencionales en dichas estructuras musicales. Digo, uno puede escuchar una canción como “Black Cow” y disfrutar de la melodía tan placentera al oído. Pero, al prestar atención a la letra, encontramos un relato de una esposa infiel. O una canción como “Hey Nineteen”, que habla sobre un señor que desea ponerse de fiestero con chicas que posiblemente tengan la mitad de su edad, a través de tequila y de un “fino producto colombiano” (pueden imaginar cuál). O “Don’t Take Me Alive”, en el que hay un maletín con dinamita involucrado. Algunos han comparado este estilo en las letras con el de los Sparks o el de 10cc; sin embargo, estas bandas incluían un  marcado sentido del humor y no se tomaban muy en serio. Steely Dan carece de esto, aunque tampoco son demasiado serios. 

Sin embargo, eso nos lleva a uno de los puntos negativos del grupo y es que es difícil, verdaderamente difícil separar la música de las letras. Mientras las letras sean claras, como en los ejemplos anteriores, no hay problema; pero cuando el grupo aborda temas más específicos de la realidad norteamericana (como una gran parte del álbum Two Against Nature), es difícil encontrarle el interés a muchas de sus composiciones. Y, por méritos propiamente musicales, varios álbumes (empezando desde Aja) tienden a sonar un tanto monótonos. 

Por otro lado, el grupo tiene grandes ventajas sobre muchos de sus contemporáneos. Por ejemplo, como el grupo tomó gran parte de su inspiración de formas convencionales, rara vez incluyeron elementos de tendencias musicales de moda en sus álbumes. No es raro, entonces, que un disco como Two Against Nature, estrenado en el año 2000, suene muy similar a Gaucho, una producción de 1980. Otro punto a favor de los “Dansters” es que la discografía del grupo es breve, lo cual ayuda a aliviar un poco el problema de la monotonía en sus discos.

Así que, desde un punto de vista práctico, existen dos formas de considerar incluir un poco de Steely Dan en la discografía personal. Existen varias recopilaciones que contienen los tracks esenciales del grupo, como A Decade of Steely Dan. Por otro lado, Pretzel Logic y Aja son lo suficientemente interesante como para adquirirse. Y, como dije en el párrafo anterior, la discografía tan breve del grupo hace que no sea una tarea imposible adquirirla de forma íntegra.

¡Ah! Por cierto, el escándalo del Salón de la Fama del Rock and Roll merece la pena revisarse en algún sitio de la red. Y no olvidemos que Steely Dan le robó el Grammy al álbum del año, con Two Against Nature, al mismísimo Kid A de Radiohead. ¿Eso QUIÉN lo hubiera imaginado?

Discografía:

1972: Can't Buy a Thrill
1973: Countdown to Ecstasy
1974: Pretzel Logic
1975: Katy Lied
1976: The Royal Scam
1977: Aja
1980: Gaucho
2000: Two Against Nature
2003: Everything Must Go


miércoles, 28 de junio de 2017

Roger Waters: Introducción


¡Oh, el buen y viejo Rog! Uno de los primeros músicos que hizo interesarme en la música rock, hace muchos, muchos ayeres y hubo una época en la que adquirí todo lo que sacaba a la venta…afortunadamente, el tiempo corrige los errores y la luz de la objetividad colocó al líder de Pink Floyd en su justo lugar.

Porque verán, en el mundo de la música en general, y del rock en particular, siempre habrá dos tipos de músicos: los genios y los talentosos. Aquellos pertenecientes al primer grupo, pueden estrenar discos tras discos de calidad variable, pero, aún en sus peores obras, esa genialidad se logra asomar. Por ejemplo, Bob Dylan, Ray Davies, Paul McCartney o Peter Gabriel. Los pertenecientes al segundo grupo, pueden estrenar obras técnicamente correctas, pero carentes de ese “algo” que los hace especiales. El señor Waters pertenece a este último conjunto (y los fanáticos de Floyd no me dejarán mentir). Sí, Waters podrá ser el “genio” detrás de The Wall y The Dark Side of the Moon, como siempre se asegura de comunicarlo en los posters de sus giras, pero ¿cuántas veces hemos escuchado sus discos solistas? ¿Cuándo fue la última vez que escribió una melodía memorable? Si no me equivoco, eso pasó a finales de los setenta.

El gran defecto de Waters es que nunca ha tenido esa capacidad de escribir melodías memorables; incluso, en sus días de Pink Floyd, tenía a Gilmour o Wright para cubrir su espalda; fuera de Floyd, esta carencia se volvió más evidente, lo cual tuvo como resultado una serie de discos bastante “áridos”, por decirlo de algún a manera. Y sí, aburridos. Y no basta más que las pruebas para comprobarlo: en dos de sus álbumes, consiguió el apoyo de Eric Clapton y de Jeff Beck, en parte, supongo, para enmascarar esta carencia melódica en sus composiciones; también el uso de efectos especiales, en la tradición de The Wall, ayudan a desviar la atención de la falta de contenido verdaderamente musical.  Incluso, como bajista, no es un virtuoso como Chris Squire.

El segundo defecto de sus discos en solitario es uno que algunos han considerado una ventaja, y eso es su talento como letrista. Y sí, durante su tiempo en Pink Floyd, escribió algunas de las mejores letras del rock (por ejemplo, en Animals); pero fuera de eso, tiene un estilo bastante “sermoneador” (o preachy, como dirían los gringos); por ejemplo, comparen las letras del Dark Side con alguna letra al azar de Procol Harum. Las letras de esta banda ofrecen imágenes más poéticas que los juicios que lanza Roger en ese álbum. No por nada, muchos críticos dicen que las letras parecen sacadas de la última tesis del doctor Roger Waters y no un trabajo realmente poético o expresivo. Además, tampoco ayuda mucho que, a partir de Animals, sólo hay un modo en el que Waters escribe sus letras y ese modo es el “Angry Waters”: en su obra solista, hay pocos momentos alegres (pocos, poquísimos, hay que escucharlo para creerlo), hay pocos momentos de ternura o de otro sentimiento que no sea sarcasmo o enojo.

Pero, a pesar de todo eso, sus discos tampoco son obras “atmosféricas”, en la vena de Joy Division, Nico o Ministry; comparado con ellos, Roger suena un tanto “inofensivo” e incluso falso. Sí, lo sé, tal vez parezca contradictorio, pero eso muestra que los discos de Waters en realidad logran poco en tantos frentes.

Entonces, ¿adquirir los discos de Waters como solista o no? Eso sólo es recomendable para los fanáticos más aferrados e incondicionales de Pink Floyd. Los demás, pueden adquirirlos pero con precaución. Para los más atrevidos, puede ser un buen experimento para reflexionar sobre cómo hay grupos que son más que la suma de sus partes (Floyd) mientras que hay grupos que eran eso y más (como los Beatles).

Discografía

1970: Music from the Body
1984: The Pros and Cons of Hitch-Hiking
1987: Radio K.A.O.S
1990: The Wall Live in Berlin
1992: Amused to Death
2000: In the Flesh – Live
2002: The Flickering Flame
2015: Roger Waters: The Wall
2017: Is This the Life We Really Want?


martes, 27 de junio de 2017

Bruce Springsteen: Introducción


Bruce Springsteen es un caso único en la historia del rock and roll. Y por “raro” no necesariamente es bueno o malo. Verán, Springsteen es uno de esos artistas que alcanzó fama y reconocimiento mundial, llena estadios y casi siempre está presente en festivales. Sin embargo, al menos en el plano estrictamente musical, es uno de los músicos cuya influencia es mínima en las décadas subsecuentes. O usted, querido lector imaginario, ¿ha escuchado recientemente a algún músico o artista declarar “en esta canción intenté tomar un poco de Springsteen y un poco de Bowie?”. No digo que no existan esos casos. Claro, en el aspecto “mental” o “motivacional”, El Jefe es una influencia para muchos. Sin embargo, más allá de su talento como cantautor, ¿qué aportaciones musicales trajo Springsteen al rock?

La respuesta es difícil de contestar sin entrar en discusiones acerca de lo que verdaderamente importante en su música. Lo más relevante en su carrera es la inclusión de un sonido de big band el cual es notorio en sus primeros álbumes, al incluir metales y un saxofonista (Clarence Clemmons) que en ocasiones toma un papel protagonista en muchos de los primeros tracks del Jefe. Más allá lo que encontramos en su catálogo es la interpretación del rock and roll como lo entiende Bruce. Y, probablemente aquí es donde muchos puedan disentir, pero ahí yace el verdadero Springsteen: en el fondo, en realidad, es un músico conservador. Cuando Jon Landau se refirió a él como “el futuro del rock and roll” creo que a esto se refería: Bruce sería el encargado de “mantener” vivo del espíritu de esta música. Y esto se entiende por la época en la que apareció Springsteen. Con el glam rock y el prog rock ganando notoriedad, quienes veían al rock and roll como un producto meramente estadounidense necesitaban un nuevo portavoz, alguien quien le pudiera hablar a aquellos que no se consideraban demasiado snobs como para escuchar prog, ni lo suficientemente extravagantes para escuchar glam, ni lo suficientemente “duros” para escuchar Kiss y Aerosmith. Bajo esa perspectiva, la aseveración del “futuro del rock and roll” cobra sentido, si por “futuro” entendemos “mantener el rock and roll (o lo que Bruce entiende por rock and roll) intacto”.  Había llegado un artista que le hablaba a la clase media estadounidense, que compartía sus valores y con el que fácilmente se podían identificar, alguien que llegó sin entrenamiento musical previo al estrellato y la notoriedad. Bruce no es un virtuoso, a la Rick Wakeman, ni tampoco un personaje andrógino como Bowie.

Una cuestión importante de este acercamiento a la clase trabajadora estadounidense fue el cómo lo hizo. Verán, Bruce intenta mezclar los talentos de un cantautor, como Bob Dylan et al, con música bombástica. Sí, letras que funcionan como “declaraciones” de la clase trabajadora, que retrata sus angustias y necesidades, pero con música apabullante producida por una Big Band. El mensaje, como lo veo, es el siguiente: “Puedes ser buscar belleza y verdad en tus canciones, como Leonard Cohen, ¡pero también puedes bailarlas al ritmo del rock and roll!”. Este acercamiento es por el que es idolatrado y despreciado en la misma medida.

¡Pero ya nos estamos desviando del tema! Pero, verán, es que con The Boss no queda otra opción. Mucha de su relevancia en la cultura pop deriva de lo anterior, de ese clic que hace su música, sus letras y su imagen con la audiencia. Incluso algunos críticos lo han clasificado como ejemplo del populist rock. Sin embargo, si su importancia sólo fuera por eso, no estaríamos hablando del Jefe en este sitio. Sí, Bruce es conservador; sí, no es un gran compositor de melodías; sí, no ejecuta solos como Clapton; sin embargo, el hombre tiene un talento innegable para las palabras, ha sabido encontrar a los compañeros musicales perfectos para su visión artística (La E Street Band) y logró, desde muy temprano en su carrera, colocarse como uno de los espectáculos musicales más impresionantes del mundo (por todas sus falencias en el plano musical, hay que reconocer que se ganó esa reputación sin ayuda de vestuarios, pantallas gigantes y más accesorios que han usado otras bandas, como Genesis o Pink Floyd).

¿Veredicto final? Difícil, tomando en cuenta que, por todos sus éxitos radiales y docenas de recopilaciones, el Jefe cuenta con pocos álbumes que puedan clasificarse como verdaderas obras maestras (de dos a tres, dependiendo de a quién le preguntes). Una decisión sensata que puede satisfacer a todos es que, si te gusta el rock, te hagas con una recopilación de Bruce Springsteen, ya que en ella encontrarás lo esencial. Ahora, si no eres mucho de ese tipo, puedes adquirir con tranquilidad Darkness on the Edge of Town y The Rising y, a partir de ahí, decidir si necesitas más Bruce en tu vida.

Eso sí (y no soy muy proclive a dar este tipo de recomendaciones), si algún día tienes la oportunidad de ver a Bruce Springsteen en vivo, hazlo sin dudar.

Discografía:

1973: Greetings from Asbury Park, NJ
1973: The Wild, The Innocent and the E Street Shuffle
1975: Born to Run
1978: Darkness on the Edge of Town
1980: The River
1982: Nebraska
1984: Born in the USA
1987: Tunnel of Love
1992: Human Touch
1992: Lucky Town
1995: The Ghost of Tom Joad
2002: The Rising
2005: Devils and Dust
2006: We Shall Overcome: The Seeger Sessions
2007: Magic
2009: Working on a Dream
2012: Wrecking Ball
2014: High Hopes



lunes, 26 de junio de 2017

King Crimson: Introducción


King Crimson es una de las vacas sagradas del rock, en especial, del progresivo. Sin importar de qué época hablemos  - la pomposa, la avant-garde, la hard-prog, la pop-rock- hablar de este grupo es hablar de palabras mayores. Y es que el disco debut de King Crimson definió lo qe en las décadas posteriores se conocería como rock progresivo. Si bien no fue el primer grupo en escribir canciones de art-rock, ni la primera banda en mezclar influencias clásicas con el rock y el pop (tal vez The Nice lo hizo primero, si no contamos a los Beatles, o incluso a los Beach Boys). Pero In the Court of the Crimson King conjuntó, en sus cinco canciones, la mayoría de los lados positivos de este subgénero, sin desplegar (todavía) los lados negativos. Pero tal vez nos estamos adelantando un poco.

El objetivo de este grupo, desde ese disco iniciático hasta los días presentes, ha sido sólo uno: empujar los límites del rock de todas las maneras posibles. Y el culpable de esto es el indiscutible líder, alma, guitarra y único factor común en cualquier alineación del grupo: Robert Fripp, legendario por derecho propio, luminaria del mundo progresivo, quien ha trabajado con artistas como Peter Gabriel, Brian Eno y David Bowie, sólo por mencionar a algunos. Fripp, básicamente, es quien ha indicado la dirección del grupo en todo momento. Sin embargo, a pesar de ser un excelente guitarrista, carece de esa habilidad para componer melodías vocales atractivas, mucho menos en el apartado letrístico. Por ello, siempre ha tenido el buen tino de agruparse con aquellos quienes SÍ poseen dicho talento (como Greg Lake, John Wetton o Adrian Belew).

Por ello, la banda usó mucho el principio de “puerta giratoria”, ya que pocos son los álbumes en los que se repite la misma alineación, incluso variando el número de músicos (la formación de “doble trío” de los noventa es legendaria por derecho propio). Un gran defecto, especialmente para aquellos que gustan de su música expresiva y llena de confesiones personales, es que Crimson nunca apela a tus sentimientos, al menos, no en la forma en la que Lennon, McCartney o Pete Townshend lo pueden hacer. No, la belleza en la música de Crimson es más “formal”; es decir, “Epitaph” es una pieza de belleza inconmensurable, pero definitivamente no se debe a lo que dice Pete Sinfield en la letra.

King Crimson ha producido mucha música que, seguramente, puede incluirse dentro de la mejor escrita en el siglo pasado; pero también, ha creado música autoindulgente, pretenciosa y, en los peores casos, insoportable. Porque, más allá de tomar la forma del prog-rock, Crimson es de los pocos grupos que llevan esa definición al límite; me gusta pensar que Crimson es similar al caso de David Bowie, ya que cada disco suena diferente al anterior. Sin embargo, Fripp y compañía pocas veces cambiaban de estilo de acuerdo a las tendencias actuales o para entrar al Top Ten.

Y no es porque no tuvieran potencial. De hecho, los discos de los ochenta, cuando se incorporó Adrian Belew, mostraron que King Crimson PODÍA escribir canciones de rock-pop, pegajosas, inteligentes y experimentales. Lástima que, de seguro, Fripp pensó que el grupo estaba “banalizando” su sonido (después de la triada de Discipline, Beat y Three of a Perfect Pair, difícilmente el grupo volvió a escribir algo con potencial de convertirse en un éxito) y prefirió llevar al grupo al lado de la disonancia y experimentalismo, dejando un poco de lado la melodía.

Así que, ¿vale la pena hacerse con la discografía completa? Depende. Si eres fanático del prog-rock, tu colección no está completa si no tienes al menos algunos de sus discos más emblemáticos. Si eres casual y no conoces mucho de este subgénero…tu discografía definitivamente está incompleta sin una copia de In the Court…sí, este es el disco a comprar si sólo vas a comprar un disco de rock progresivo.

Discografía:

1969: In The Court Of The Crimson King
1969: Epitaph
1970: In The Wake Of Poseidon
1970: Lizard
1971: Islands
1973: Larks' Tongues In Aspic
1974: Starless And Bible Black
1974: Red
1981: Discipline
1982: Beat
1984: Three Of A Perfect Pair
1984: Absent Lovers
2000: The ConstruKction Of Light

viernes, 23 de junio de 2017

Pink Floyd: A Saucerful of Secrets (1968)


1) Let There Be More Light 2) Remember A Day 3) Set The Controls For The Heart Of The Sun 4) Corporal Clegg 5) A Saucerful Of Secrets 6) See-Saw 7) Jugband Blues

“El segundo LP de Pink Floyd es de transición”. El 99% de los sitios comienzan a reseñar este disco con  una frase más o menos similar. Y en cierta parte tienen razón. Este disco se encuentra a medio camino entre el rock “espacial” y el pop psicodélico, en el que el primero intenta empujar al segundo por completo; en un año más, Floyd ya nunca más trataría de componer canciones como “Matilda Mother”.

Ya con Barrett fuera de la banda (aquí, sólo contribuye una canción), el grupo debía encontrar fuerza en las habilidades de ls demás miembros de la banda, especialmente en Waters y Wright. Al menos en lo que respecta a Waters, a calidad de sus canciones mejoró con respecto a su composición de 1967. “Let There Be More Light” abre con una melodía de bajo memorable. “Set the Controls for the Heart of the Sun” es una canción oscura, casi como un mantra en el que se repite el título de la canción, en el que el bajo también tiene una función relevante; la voz de Waters apenas es audible, lo cual ayuda a crear una atmósfera de misterio pero a su vez, de tranquilidad, por extraño que eso pueda parecer.

Sin embargo, la tercera canción de Waters, “Corporal Clegg”, es un desastre. El inicio es bueno y memorable, con un tono pesado de guitarra por parte de Gilmour. Pero luego, la canción se deforma en una especie de marcha militar, con metales, pero cuyo resultado suena algo ridículo. La primera canción de antiguerra de Waters y es notorio que intentó imitar el estilo pop-psicodélico-infantil de Barrett, pero con resultados terribles, por decir lo menos. Afortunadamente, los años por venir, el buen Roger desarrollaría un estilo propio.

Hablando de Barrett, en este LP contribuye con “Jugband Blues”, y es la única canción que conecta en estilo y espíritu a este disco con “The Piper…”. Sin embargo, es una composición con una melodía errática y menos memorable que los peores cortes del disco anterior. Aún así, incluir esta canción es un buen detalle de despedida al “Diamante Loco”.

Wright también contribuye un par de canciones (“Remember a Day” y “See-Saw”). A pesar de que no son canciones malas, no resultan demasiado memorables; incluso parecen un par de composiciones que desearan pasar desparecibidas (al igual que con otros tracks del álbum, la voz está mezclada de tal forma que apenas es audible). Aunque hay buenas armonías vocales, pero son tan tranquilas y relajada que casi pueden servir como “canciones de cuna” hippies. Al igual que Waters, parece que Wright deseaba imitar el estilo de Barrett, pero desprovisto de los ganchos melódicos.

Al parecer, el grupo estaba consciente de esta falencia en la composición individual (al menos en este punto). ¿Cuál es la propuesta que ofrecieron? La solucion a esto es lo que Floyd, al menos en su época dorada, sabía hacer mejor: trabajo en equipo. La mejor pieza del álbum está acreditada al combo Waters-Wright-Gilmour-Mason y esa es la que da título al disco. Es una composicion multiparte, en la que se pueden diferenciar cuatro secciones y es característica del grupo: no es, ni por asomo, un jam, o una improvisación sin sentido. Al contrario, es una pieza totalmente estructurada. 

Primero, se comienza con una atmósfera que va creando un crescendo hasta que escuchamos un loop de batería y la guitarra de Gilmour, que parece que la está aniquilando, para finalizar con el órgano de Wright quien toca algo similar a un requiem.  Puede parecer algo larga (dura 12 miutos) pero es uno de los primeros experimentos (y de los mejores logrados) por parte de Pink Floyd. Y, más para bien que para mal, este sería el modelo en el que el grupo crearía su mejor música: como un esfuerzo totalmente grupal. Nadie en el grupo, al menos ahora (o tal vez nunca, como lo muestran las carreras solistas de los cuatro) poseía el talento suficiente para cargar con la responsabilidad total de un álbum comlpleto.

Así que, ¿merece la pena escuchar “A Saucerful of Secrets”? Depende. Este es uno de esos proverbiales “discos de transición” cuyas desventajas son las más notorias. Aunque el track homónimo vale la pena por sí mismo, el álbum es, más bien, una muestra de lo que vendría en el futuro y no tanto una obra redonda. Proceda bajo su propio riesgo.



jueves, 22 de junio de 2017

Chicago: Chicago Transit Authority (1969)


1) Introduction 2) Does Anybody Really Know What Time It Is? 3) Beginnings 4) Questions 67 & 68 5) Listen 6) Poem 58 7) Free Form Guitar 8) South California Purples 9) I’m a Man 10) Prologue, August 29, 196 10) Someday (Augusr 29, 1968) 11) Liberation

A pesar de lo que se podría pensar, Chicago NO comenzó su vida como grupo de baladas. De hecho, a pesar de la sección de metales, este disco es en el que la guitarra tiene más peso en la discografía del grupo. Así que si prefieren a su Chicago roquero y ruidoso, probablemente aquí deben iniciar y terminar. Pero vamos por partes con este disco.

CTA tiene dos grandes defectos. El primero de ellos es que es demasiado largo, de hecho, en su version original era un LP doble (marca distintiva de Chicago hasta el cuarto disco de estudio). Y el Segundo defecto es justamente la guitarra. Claro, el estilo de Terry Kath es bueno, y se encarga de mostrarse como un digno discípulo de Hendrix (incluso es conocida la historia del mismo Hendrix “bendiciendo” el talento de Kath).

Todo lo anterior aplica siempre y cuando la guitarra esté al servicio de una canción…pero cuando Kath entra en modo “experimental” es cuando comienzan los problemas, los cuales culminan en la infame “Free Form Guitar”, siete minutos de cacofonía que bien prodrían haber aparecido en el igualmente infame “Metal Machine Music”.

De la misma forma, el disco termina con una especie de suite formada por los últimos tres tracks, los cuales toman casi veinte minutos. Esta última sección es la que ancla al disco al año de su aparición, ya que podemos escuchar protestas grabadas (en la fecha que se menciona en el título).
Sin embargo, es interesante notar que hubo un tiempo (los sesenta) en los que Chicago pretendía ser “socialmente relevante”. Volviendo a los temas, después de los primeros nueve temas, esta parte final es aburrida por decir lo menos y no aporta nada que no hayamos escuchado en la hora previa.

Sin embargo, fuera de esos dos aspectos negativos, el disco demuestra que, al menos en sus inicios, Chicago se esforzaba en recordarnos que estaba formado por músicos profesionales y talentosos, capaces de escribir melodías memorables y arreglar dichas melodías de manera que sonarán interesante. No es casualidad que si, eres asiduo escucha de estaciones de radio de rock clásico, conozcas casi la mitad de los temas de este LP (la mayoría de ellos, en versiones editadas).

El disco comienza con “Introduction” (of course) en el que el grupo llega a la escena del rock con un bang: un riff de la sección de metales se encarga de iniciar, para dar paso a la guitarra. “Does Anybody…” contiene una breve introducción de piano antes de que, nuevamente, el trio de metales entre y se ancle en tu cerebro con la melodía.

La pieza que más se acerca a una balada en este disco es “Beginnings”, que comienza con una introducción de guitarra acústica a la que se le iran uniendo los metales poco a poco, en el que la banda construye un crescendo de manera interesante. Pero inclusive esta canción no resulta banal como otras piezas el grupo en las décadas por venir. “Listen” tiene una línea de bajo bastante funky a cargo de Peter Cetera. “Questions 67 & 68” es una pieza pop beatlesco a dúo entre Cetera y Lamm. “I’m a Man”, un clásico del Specer Davis Group también es sobresaliente, debido al groove que logra mantener la banda, lo que hace que la pieza no resulte aburrida, aunque tenga un solo de batería a la mitad.

Y sí, casi revisamos cada una de las canciones. Pero ahí está el detalle: cada canción está bien desarrollada y, si otra virtud debe tener este disco de Chicago, es que es de los pocos dentro de la discografía del grupo (tal vez el único) en el cual se siente una atmósfera verdaderamente democrática. Cada miembro tiene una oportunidad de participar y no hay algún instrumento que sobresalga más que otro.  

Porque, a pesar de que dichos temas fueron éxitos de manera editada, es claro que el fin de CTA como álbum era demostrar que, a estas alturas, Chicago no pretendía ser una banda de “simples canciones pop” (de ahí la longitud de las canciones), además de que esos minutos extras servían para demostrar la habilidad de cada uno de los músicos del grupo.


En resumen, un disco bastante bueno, digno de formar parte de la colección de todo aficionado al rock. Sólo recuerda saltarte “Free Form Guitar” y estarás bien. Recuerda este ultimo consejo: tus tímpanos me lo agradecerán y tendrás siete minutos libres para hacer otra cosa.¡ Como leer estas reseñas, por ejemplo!

miércoles, 21 de junio de 2017

Pink Floyd: The Piper at the Gates of Dawn (1967)


1) Astronomy Domine 2) Lucifer Sam 3) Matilda Mother 4) Flaming 5) Pow r. Toc h. 6) Take Up Thy Stethoscope And Walk 7) Interstellar Overdrive 8) The Gnome 9) Chapter 24 10) Scarecrow 11) Bike

El disco debut de Pink Floyd, al contrario de lo que puedan comentar muchos, NO es el clásico perdido en tiempo, como lo pueden ser otros discos de los sesenta (como Forever Changes de Love o Odessey and Oracle de los Zombies). Tampoco es el mejor disco del grupo (habrá muchos quienes prefieran este álbum al sonido más “popular” de las obras posteriores del grupo, pero dicha aseveración es debatible y sólo sirve para “sentirse diferente” con respecto a los admiradores de la banda). Lo que sí es este disco es una muestra del peculiar talento del, en ese entonces, líder de la banda, Roger “Syd” Barrett.

La característica principal de este disco, lanzado el mismo año que Sgt. Pepper, es que muestra una faceta diferente de la psicodelia. Mientras que grabaciones como el mismo Sgt. Pepper y el Disraeli Gears de Cream tomaron el aspecto colorido y divertido de la psicodelia para introducir esos elementos en la música, Pink Floyd prefirió tomar la senda del sonido espacial y friqueado y definitivamente más oscuro que muchos de los grupos psicodélicos de San Francisco. El resultado de esta experimentación se muestra en las dos composiciones más interesantes del disco. Me refiero, por supuesto a “Astronomy Domine” y “Interstellar Overdrive”. La primera canción tiene un riff de guitarra memorable y el grupo incluyó toda especie de efectos de sonido, incluso en la voz, para lograr un sonido que de verdad parece fuera de este mundo. Tal vez no parezca una canción extraordinaria para nuestros oídos en pleno siglo XXI, pero en verdad es increíble pensar que lograron ese efecto en pleno 1967. “Interstellar Overdrive” también tiene un gran riff sólo que, en este caso, la composición dura mucho. Mientras la guitarra lleva el riff, no hay problema; pero después, la composición se convierte en una serie de sonidos desconectados y sin mucha razón de ser (lo único interesante hacia el final del track es que la banda logra un efecto similar al de un motor apagándose; genial, ¿no?).

Las canciones de Barrett se asemejan a “canciones de cuna psicodélicas” y forman un contraste con las canciones experimentales. La mayoría de las canciones de Barrett tienen, al menos, melodías definidas (digamos que en esta etapa, el compositor principal todavía podía escribir canciones coherentes). “Lucifer Sam”, una historia sobre el gato siamés de Barrett, también tiene un riff memorable y también es de las mejores canciones del álbum (en realidad, esta canción me hace pensar que tal vez Barrett es un guitarrista subvalorado). “Matilda Mother” podrá ser algo menos memorable, pero, de alguna manera, la línea “Oh mother, tell me more” puede resultar enternecedora en una forma poco convencional.  “Flaming” y “Bike” también son buenas canciones de pop psicodélico.

Pero, desafortunadamente, no todo el disco muestra el mismo nivel de calidad en las composiciones. Un gran “contra” de este disco es el desablance: la mayoría de las canciones notables están en la primer mitad, mientras que las más olvidables se encuentran en la segunda. ¿Un ejemplo? “Pow r. Toc h.” y “Take Up Thy Stethoscope And Walk”. Ese par de tracks, colocados a la mitad del disco, rompen el flujo de manera estrepitosa. La primera comienza como una pieza de jazz pero al poco rato, degenera en una fiesta de ruidos caóticos e incoherentes. Y la segunda…es una canción sin melodía, básica y que debió dejarse fuera del álbum. La voz que repite “Doctor! Doctor!” a lo largo de la composición es ridícula (extrañamente, es la primera canción escrita por Waters, quien también ha reconocido que es una canción muy mala; lo bueno es que sus habilidades mejoraron con el tiempo). “Scarecrow”, “The Gnome” y “Chapter 24”, mientras que no son desagradables (al menos no como “Take Thy…”) carecen de ganchos melódicos que resulten tan memorables como las demás canciones. Lo más notable es que “Chapter 24” tiene letras basadas en el Yijing.


Así que, ¿The Piper…es uno de los mejores álbumes de 1967? Sí, incluso con competencia tan fuerte (Sgt. Pepper, Disraeli Gears, Their Satanics…) y a pesar de sus inconsistencias; las melodías y la experimentación dieron buenos frutos y cimentaron el camino que seguiría la banda en las décadas. Además, The Piper… siguió los pasos de los Beatles y muchas otras bandas de los sesenta al demostrar que se pueden incluir elementos de experimentación, collages de sonido y todas clases de efectos en canciones pop. Simplemente por ello, es una buena adquisición para incluirla en la colección; además, es una adquisición obligada para los fanáticos de Syd Barrett. 

martes, 20 de junio de 2017

Jeff Beck Group: Truth (1968)


1) Shapes Of Things 2) Let Me Love You 3) Morning Dew 4) Ol’ Man River 5) Greensleeves 7) Rock My Plimsoul 8) Beck’s Bolero 9) Blues De Luxe 10) I Ain’t Superstitious

Podrán reprochársele muchas cosas a Jeff Beck, pero hay que reconocer que su primer disco, acreditado al Jeff Beck Group (que además del guitarrista, se completaba con Rod Stewart en la voz, Ron Wood en el bajo y Micky Waller en la batería) es un disco revolucionario, tal vez la mayor revolución como tal en la carrera de Beck.

Estrenado el mismo año que el debut de Led Zeppelin, Truth puede considerarse como uno de los primeros discos de hard rock. Y la razón es que Beck tomó un poco de hard blues (no por nada fue uno de los alumnos graduados de los Yardbirds, junto con Eric Clapton y ) y le aplicó varias técnicas contemporáneas de guitarra: efectos wah-wah y un sonido pesado, proto-metálico, por decirlo de alguna manera. Y si a esto le añadimos la voz de Stewart, que estaba en plena forma y que es casi perfecta para cantar blues, obtenemos un disco de hard rock casi impecable.

¿Por qué casi? Bueno, es que hay algo que le falta a este disco para alcanzar la completa perfección y eso es material original. Al parecer, la finalidad de este disco no era ofrecer muchas ideas nuevas per se, pero sí mostrar cómo se podía “actualizar” el sonido del blues, una finalidad muy similar a la de Cream. Pero mientras que Cream incluía elementos del pop y de la psicodelia, el Jeff Beck Group se decantó más por el blues puro y fuerte. A su vez, no era un sonido tan fuerte como el de Led Zeppelin. Así, Truth representa algo así como el puente entre el blues rock de Jack Bruce y compañía y el hard rock de Page/Plant.

Ante la ya mencionada falta de composiciones nuevas, Beck y Stewart escribieron tres temas, que más bien son “canciones” retrabajadas de viejos temas de blues: “Let Me Love You”, “Rock My Plimsoul” y “Blues De Luxe”. Lo demás son covers y más covers. Y aquí recae la parte más interesante del álbum, lo que verdaderamente le da un estatus de clásico. Y esto es el tratamiento que le da el grupo a los temas de blues, en donde la guitarra de Beck encuentra en la voz de Stewart la contraparte perfecta, en un “diálogo” muy similar al que también harían Jimmy Page y Robert Plant.
Entre esos covers, la versión de “I Ain’t Superstitiuos”, original de Howlin’ Wolf, es el ejemplo perfecto de la visión del grupo en esta etapa: una grabación feroz, profesional pero lo suficientemente “suelta” para evitar ser acusados de “pretenciosos”.  En casi cinco minutos, Beck incluye riffs y efectos wah-wah mientras la batería parece que va a destrozar el cuarto.

Para no olvidar quien era el jefe de este grupo, Beck también incluyó un par de temas instrumentales, uno compuesto por Jimmy Page, “Beck’s Bolero” (una mezcla entre Ravel y hard rock) y la clásica “Greensleeves”, en donde la guitarra es la protagonista, y dan un respiro entre las canciones de hard blues.

A pesar de las grandes interpretaciones, tal vez para las nuevas generaciones este álbum sea más útil como un valioso documento histórico del desarrollo del hard rock. Sin embargo, la voz de Stewart y la guitarra de Beck nos permiten imaginar el lugar que hubiera tenido el JFG en la historia del rock si no hubiera existido Led Zeppelin. Pero, como todos sabemos, la historia no está compuesto por los “hubiera”. Aun así, es un disco imprescindible en la colección de todo buen aficionado al rock.


lunes, 19 de junio de 2017

Chicago: Introducción



Chicago debe ser una de las bandas más injustamente valoradas en la escena del rock internacional. No, señores, no he perdido la cabeza ni Robert Lamm vino a pagarme para escribir tal aseveración. Lo que es cierto es que Chicago era una banda llena de talento, la cual tuvo la (poca) suerte de triunfar con baladas. Sí, la crítica musical seria jamás se quitará de la cabeza que Chicago es la banda de las baladas, de esas que escuchaban nuestros padres cuando estaban jóvenes…

Esta banda también tuvo la mala fortuna de ser etiquetada como una agrupación de “jazz-rock” y esta es una idea que tienes que quitarte si deseas acercarte a la música del grupo. Si por jazz-rock imaginas algo del tipo fusión como Miles Davis en su etapa de Bitches Brew, prepárate para una gran decepción. Incluso los mismos integrantes del grupo prefieren el mote de rock and roll band with horns. Y es más adecuado, porque en la base de Chicago está el rock y el pop, con arreglos para trombón, trompeta y saxofón. Sólo en un par de álbumes de los setenta incorporarían elementos de jazz para nunca volver a acercarse a ese terreno.

Sin ser una banda tremendamente revolucionaria o experimental, Chicago contaba con al menos cuatro buenos compositores (Robert Lamm, James Pankow, Peter Cetera y Terry Kath) y tres buenos vocalistas  (Lamm, Cetera y Kath). Ah…y claro, la sección de metales. Aquí probablemente es donde yace la marca característica de la banda, pero también su perdición. Porque los arreglos de metales, frecuentemente a cargo de Pankow, son buenos en los éxitos radiales (por ejemplo, “Saturday in the Park”, “Questions 67 &68”). Sin embargo, en los primeros álbumes (y Chicago es una de las pocas bandas de rock, al menos que recuerdo, cuyos cuatro primeros álbumes fueron dobles), muchos arreglos tienden a ser un tanto monótonos. O tal vez se deba a ese formato de “doble LP” que el sonido de los metales comienza a ser u problema. Otro problema es el de la originalidad. De no ser por el uso de los metales, poca innovación se le puede atribuir a Chicago al mundo del rock. En sus primeros discos podemos encontrar influencias tales como Los Beatles, Jimi Hendrix y CSN, música latina, entre otras.

Volviendo a lo bueno, Chicago tuvo una serie en verdad ganadora con sus primeros 11 álbumes (exceptuando algunos discos de esa época, y sí, estoy hablando de Chicago X), llenos de éxitos que seguramente reconocerás fácilmente. Y, quitando la monotonía de algunas partes de metales, en realidad hay muy buenas melodías y armonías en cada uno de los primeros álbumes de la banda.

Pero desde Hot Streets, todo fue en picada para Chicago. Después de todo, el ritmo de producir un disco doble cada par de años pasó factura y después de Chicago XI y de la pérdida de un miembro crucial, Chicago pasaría a sellar su destino como la banda de las baladas ochenteras.

¡Pero aquí está Henry Abraham Galt para guiarlos por la discografía de Chicago! Como dije, algunos de sus discos son dignos candidatos de incluirse en las listas de los “X mejores discos de rock” pero, desgraciadamente, pocas listas los incluyen. Vamos y destruyamos ese mito de que sólo hay baladas en el catálogo de esta banda de rock.

¿Veredicto? Una colección de rock no estaría completa sin una recopilación de Chicago. Sin embargo, y en aras de difundir el trabajo de esta banda infravalorada, recomendaría escuchar desde CTA hasta Chicago V y agregaría Chicago VI y XI

Discografía:

1969: Chicago Transit Authority
1970: Chicago
1971: Chicago III
1971: Chicago at Carnegie Hall
1972: Chicago V

viernes, 16 de junio de 2017

The Highwaymen: American Outlaws (Live) (1993/2016)




Disco 1:

1) Mystery Train 2) Highwaymen 3) Mamas Don't Let Your Babies Grow Up To Be Cowboys 4) Good Hearted Woman 5) Trouble Man 6) Amanda 7) There Ain't No Good Chain Gang 8) Ring Of Fire 9) Folsom Prison Blues 10) Blue Eyes Crying In The Rain 11) Sunday Morning Coming Down 12) Help Me Make It Through The Night 13) The Best Of All Possible Worlds 14) Loving Her Was Easier 15) City Of New Orleans 16) Always On My Mind 17) Me And Bobby McGee

Disco 2:               

1) Silver Stallion 2) The Last Cowboy Song 3) Two Stories Wide 4) Living Legend 5) The Pilgrim: Chapter 33 6) They Killed Him 7) I Still Miss Someone 8) Ragged Old Flag 9) Ghost Riders In The Sky 10)       Are You Sure Hank Done It This Way 11) Night Life 12) The King Is Gone (so Are You) 13) Desperados Waiting For A Train 14) Big River 15) A Boy Named Sue 16) Why Me 17) Luckenbach, Texas 18) On The Road Again

Disco 3:
Live At Farm Aid V, Texas Stadium, Irving, Texas, March 14, 1992: 1) Mystery Train 2) Highwayman 3) The King Is Gone (So Are You) 4) I've Always Been Crazy 5) The Best Of All Possible Worlds 6) City Of New Orleans

Live At Farm Aid VI, Cyclone Stadium, Ames, Iowa, April 24, 1993: 7) Folsom Prison Blues 8) Intro / Highwayman 9) Shipwrecked In The Eighties 10)               Desperados Waiting For A Train (Live) Extra: 11) One Too Many Mornings (2014 Version)

Casi veinte años después de que el grupo grabara su último en estudio, Legacy editó en 2016 un pequeño boxset con 3 discos y un DVD (o Blu-ray, dependiendo de la edición). Los dos primeros CD contienen un concierto compleo que el grupo dio en el Nassau Coliseum en 1993. Hasta que apareció esta edición en el mercado, la única forma de que los fanáticos del grupo pudieran escuchar este concierto era a través de un viejo documental cuyos fragmentos se podían encontrar en YouTube.

Pero bien, ¿qué tal está el concierto? De manera general, el concierto es bastante sólido y entretenido; tal vez este disco sea una manera perfecta de tener, en un solo lugar, muchos temas clásicos del country. Pero al escuchar el concierto, me asalta la duda: con dos discos grabados, los cuales apenas duran 80 minutos, ¿por qué se omitieron TANTOS temas grabados en estudio? ¿”Against the Wind”? ¿”Commited to Parkview?”’ ¿”American Remains”? Si nunca formaron parte del setlist del grupo en vivo, ¿por qué las eligieron para grabar? ¿Eso significa que no eligieron “buenas” canciones para los discos en estudio?

Pero bueno, dejando de lado lo malo, hay varios puntos a favor. Sí, es casi imperdonable la omisión de “American Remains”, pero cuando menos podemos escuchar varias canciones clásicas de cada uno de los integrantes. Y eso es muy bueno, ya que cada uno tuvo el tino de elegir las canciones más representativas. Incluso el set de Waylon Jennings (el integrante con el que estoy menos familiarizado) es satisfactorio (en especial, “Are You Sure Hank Done It this Way?”). Y los cuatro están en plenas condiciones vocales.

Además, después de tantas quejas con el sonido tan “impecable” de la producción de los discos dos discos de estudio, las canciones suenan mucho mejor y más “vivas” en el escenario, como lo demuestran los temas “Highwayman” y “Silver Stallion”.

Los temas de Willie Nelson y Johnny Cash no tienen problema, ya que muchos de ellos se asemejan a los arreglos de las canciones originales; algunos temas incluyen las voces de los cuatro. Aunque debo aceptar que el nivel de energía de las interpretaciones es muy elevado (me parece mejor esta versión de “City of New Orleans” que la versión en estudio). 

Algunos arreglos nuevos son sobresalientes, como en “Me and Bobby McGee”, uno de los temas de Kristofferson que toma ventaja de las voces de Cash, Jennings y Nelson. Sin embargo, algunos otros son más desafortunados (la versión de “Help Me Make It Through The Night” incluye un piano con un sonido ochentero ¡en pleno 1993!).

Al final, los mejores temas son los que se volvieron las canciones más características del grupo y que, al parecer, siempre aparecían en el set en vivo. Me refiero a “Desperados Waiting for a Train” y “Big River”, ejecutados aquí de manera muy cercana a la original pero con la energía que aporta la interpretación en concierto.

Así que, el veredicto final: este es una adquisicíón obligada para los fanáticos de los Highwaymen y del country en general. American Outlaws es una forma bastante buena de cerrar la carrera discográfica del grupo e incluso me aventuraría a decir que, de no ser por algunas omisiones (¡”American Remains”!), este sería la única grabación del grupo que necesitarías en tu colección. Si eres fanático casual, también es una buena compra como una introducción a la música de cada miembro.

¡Ah, casi lo olvido! El boxset también incluye un tercer disco con más versions en vivo, grabados en un par de festivals Farm Aid y, al final, un cover de un tema de Bob Dylan (“One Too Many Mornings”). Nada terriblemente esencial o revelador, pero es un buen detalle. 

jueves, 15 de junio de 2017

The Highwaymen: The Road Goes on Forever (1995)




1) The Devil’s Right Hand 2) Live Forever 3) Everyone Gets Crazy 4) It Is What It Is 5) I Do Believe 6) The End of Understanding 7) True Love Travels a Gravel Road 8) Death and Hell 9) Waiting for a Long Time 10) Here Comes That Rainbow Again 11) The Road Goes on Forever Extras: 12) If He Came Back Again 13) Live Forever 14) I Ain’t Song 15) Pick Up the Tempo 16) Closer to the Bone 17) Back in the Saddle Again

El último disco en estudio de los Highwaymen (¡después de otros cinco años después del último! En verdad fueron consistentes con su calendario de grabación) sigue, básicamente, el mismo esquema que los primeros dos. Sin embargo, hay un par de puntos que lo hacen un álbum digno de despedida del grupo. 

El primero punt notable en este disco, grabado en plena década de los noventa, es que, por fin, las canciones dejaron de ser producidas con ese sonido professional, pero plano, que caracterizó a los primeros álbumes. Don Was, el productor, mantuvo el sonido professional e impeccable, pero con una hondura un poco mayor; por ejemplo, la batería suena más “viva”, por decirlo  de alguna manera, que en los disco de los ochenta. De hecho, en muchos cortes, además del sonido de la batería, la guitarra eléctrica también toma mayor protagonismo y varias canciones bordan en un sonido mucho más roquero que en los discos anteriores.

El otro punto es más sútil, pero no por ello menos importante. Sé que esto es totalmente subjetivo, pero se nota que los cuatro integrantes del grupo sabían (o intuían, quién podría saberlo) que era la la última vez (con las muertes de Waylon Jennings  . Esto brinda un sentimiento especial a muchas de las canciones, lo que hace que al final este sea un mejor disco que el anterior.

Porque, fuera de eso, este es un disco convencional y, como ya se mencionó, que sigue exactamente la misma línea que los anteriores. Algunos covers, algunas composiciones de cada uno de los integrantes y poco más. Aunque si algo se le debe reconocer a estos veteranos de la música country es el tino en la elección de los covers y la elección de la canción inicial. Porque este disco abre con “The Devil’s Right Hand”, una canción que, a pesar de no tener el aire épico de “Highwayman” o “Silver Stallion”, sí es un buen inicio, con una buena melodía y es una muestra de la mejora en la producción: la batería suena y las partes de guitarra  suenan lo suficientemente energéticas, tanto así, que hasta los integrantes se escuchan un tanto rejuvenecidos.

“Live Forever” es una muestra de lo que comenté: una interpretación de una balada acústica un tanto convencional, que es notable por la forma en la que los cuatro toman la voz principal en cada estrofa y hay un sentimiento especial en el coro (el que dice “ Nobody here will ever find me…”). De no ser por “Highwayman”, esta bien podría ser la canción representativa del grupo. “True Love Travels a Gravel Road” es otra balada, con un tempo un poco más rápido que “Live Forever”, también notable por la interpretación de los cuatro. 

Otro de los temas sobresalientes es “It Is What It Is” (el cual, si no mal recuerdo, fue lanzado como sencillo), es un blues rítmico con una buena guitarra eléctrica. Puede sonar un tanto genérico, pero la melodía es memorable.

Por lo demás, nuevamente es country más hardcore, como “Death and Hell”, una típica composición de Cash (la cual recuerda a “Songs that Make a Difference” del álbum anterior), excelentemente ejecutado pero no tan memorable, el cual puede servir como buena música de fondo para relajarte (siempre y cuando encuentres al country “relajante”).

Si te gustaron los dos discos anteriores, este disco es una adquisición obligada. Si eres fanático de alguno de los cuatro integrantes, también querrás tener este disco en tu colección. Para los casuales, sin embargo, es una decisión más complicada. Pero les diría esto: si encuentran este CD a un precio razonable, pueden darle una oportunidad.

Nota técnica: en 2005 se editó una versión con tracks extra. No son esenciales, pero tal vez sea la edición más fácil de encontrar en el mercado. El tema más relevante es una versión demo de “Closer to the Bone” que Kristofferson usaría casi 15 años después en el disco homónimo. Como dije, nada esencial, pero unos minutos más de los Highwaymen no hacen daño a nadie.


miércoles, 14 de junio de 2017

The Highwaymen: Highwayman 2 (1990)





1) Silver Stallion 2) Born and Raised in Black and White 3) Two Stories Wide 4) We’re All in Your Corner 5) American Remains 6) Anthem ’84 7) Angels Love Bad Men 8) Songs That Make a Difference 9) Living Legend 10) Texas

A veces surge una pregunta importante al escuchar este tipo de discos. Tuvieron que pasar cinco (sí, CINCO) años desde el disco debut para escuchar una segunda producción de este supergrupo. ¿Para qué esperar cinco largos años por un disco que es una COPIA EXACTA DEL ANTERIOR?

Bueno, tal vez la afirmación anterior es un tanto exagerada, pero el hecho es que Highwayman 2 está hecho en el mismo molde que Highwayman, lo cual sólo confirma mi hipótesis de que este grupo representó más un “vamos a juntarnos y a grabar algunas canciones que nos gustan para divertirnos y ganar algunos dólares” que un “vamos a hacer un disco que marque un hito en la historia del country”.  Tampoco es que el country sea una música en la que se hayan dado muchas “revoluciones”, pero esa es otra cuestión…

Volviendo al tema, este disco sigue el mismo esquema que el anterior. Algunos covers, algunos temas propios (pero escrito por cada miembro por separado, ya que al parecer una regla fundamental del grupo era “absolutamente nada de colaboración”), todos cantados por los cuatro. Sin embargo, y como ocurre en muchas segundas partes, por muy gastado que esto suene, el efecto no es tan convincente como en el primer disco. Mientras que ninguna de las canciones puede considerarse “mala”, muchas de ellas no tienen ese gancho melódico o una interpretación vocal interesante o ese aire “épico” o “nostálgico” que tenían los cortes del primer disco. Aquí no hay un “Against the Wind” o un “Desperados Waiting for a Train”.

Por ello, el primer tema (que es como el análogo de “Highwayman” en el primer disco y cumple con las mismas funciones) puede ser un poco engañoso. El tema es lo suficientemente épico como introducción, con una estrofa cantada por cada miembro y, para rematar, un gran trabajo en la guitarra eléctrica. De hecho, es uno de los tracks que pueden funcionar como una buena mezcla entre country y rock.  Además, el coro tiene ese algo “especial” cuando entra Cash y canta “And we’re gonna ride…”). Una de las pocas canciones de este disco que permaneció en el repertorio del grupo, y con razón.

Otro tema que sobresale es “American Remains”. De hecho, esta balada está diseñada como la pieza central del álbum, comenzando desde su lugar en el tracklisting y con una letra similar en tono a “Highwayman”, incluso cada uno de los cuatro canta una estrofa. No es más que una canción acústica, en el estilo country-folk. Sin embargo, el coro al unísono y el arreglo le da un toque majestuoso, sólo empañado por una producción un tanto plana, especialmente en la batería (a pesar de que el álbum se estrenó en 1990, todavía se escuchan una producción característicamente ochentera).

Tal vez sea justo mencionar “Songs That Make a Difference”, escrita por Cash, cuya peculiaridad es sonar justo como…una canción de Johnny Cash. Me recuerda un tanto a “A Boy Named Sue” pero con un tempo más lento. Además, es el lamento del “hombre de negro” por la época en la que se escribían “canciones relevantes” y aprovecha para mencionar a Joni Mitchell y Bob Dylan. “Living Legend” (compuesta por Kris Kristofferson) también es un tanto notable, pero no tanto por la melodía sino por el breve, pero efectivo, solo de guitarra.

Fuera de esos tracks, los demás, aunque no son malos, no sobresalen mucho y no se libran de caer en las temáticas cliché del country (como “Angels Love Bad Men”). Aunque debo admitir que elegir “Texas” como pieza final del disco fue un movimiento un tanto…extraño. Es una canción un tanto “oscura” (al menos en lo musical) y anticlimática, contrario a la manera en la que cerraron el disco anterior (al menos “The Twentieth Century Is Almost Over” era un tanto festiva).

Dicho todo lo anterior, es muy posible que encuentres los mejores tracks de Highwayman 2 en una recopilación del grupo, así que tal vez no sea muy necesario que adquieras este álbum, al menos en su precio normal.

Recomendación: existe un CD llamado “The Highwayman Collection”, escaso en empaque (no tiene notas, ni letras, ni booklet) pero que contiene, de manera íntegra, los dos primeros discos del grupo. Si lo llegan a encontrar a buen precio, esa pueda ser una buena opción. 

martes, 13 de junio de 2017

The Highwaymen. Highwayman (1985)



1) Highwayman 2) The Last Cowboy Song 3) Jim, I Wore a Tie Today 4) Big River 5) Commited to Parkview 6) Desperados Waiting for a Train 7) Deportee (Plane Wreck at Los Gatos) 8) Welfare Line 9) Against the Wind 10) The Twentieth Century Century is Almost Over

Para un grupo formado por cuatro músicos de country, debo reconocer que este álbum es bastante accessible para el escucha casual. Tal como la formación del cuarteto, cuyo fin aspiraba a ser poco más que un detour temporal en la carrera de los cuatro, este disco no tiene más pretensiones que presentarnos versions de canciones conocidas del repertorio country y folk norteamericano en voz de cuatro de sus más grandes figuras.

En realidad, el álbum funciona y muy bien, a excepción de una pequeña falla. Pero, como este sitio es muy optimista,  comencemos con los aspectos posiivos de este disco. La mayoría de los temas son covers o autocovers (el grupo interpreta dos canciones escritas por Cash) y la selección es acertada. El disco abre con el tema que le da nombre al grupo, una canción escrita por Jimmy Webb que narra la vida y reencarnación de, justamente, un “hombre de la carretera”. En esta version, cada uno de los integrantes canta una estrofa y el efecto es épico, especialmente cuando entra la voz de Cash al final. De hecho, es la major canción del álbum, la más representativa del disco y del grupo.

Y este es otro acierto del disco: en 1985, a pesar de llevar varios años en la música, los cuatro todavía estaban en plena capacidad vocal. Sin embargo, por alguna razón, el grupo da mucho énfasis en Nelson y Cash. No es nada grave, pero por alguna razón Kristofferson da un paso atrás y su presencia no es tan prominente en muchos tracks.

A pesar de el limitado estilo de las canciones (es puro folk y country o country pop si se quiere ver así) el disco tiene temas rápidos y divertidos, como “Big River”, uno de los covers de Cash, cuya mayor virtud es escuchar como alternan las voces en los versos. A pesar de eso, el tipo de temas que major le viene al grupo son las baladas. 

Las tres más “épicas” son las mejores del disco y son los temas que más se acercan a decir algo “relevante”. “Desperados Waiting for a Train” empieza de manera modesta y cada integrante canta una estrofa, antes de que los cuatro se unan en el coro que menciona el titulo de la canción. Parece ser que esta canción funciona como la magnum opus del disco, siendo el track más largo, justo a la mitad del álbum.  La misma forma, “Deportee”, una vieja canción de Woody Guthrie que narra un accidente de avión en el que perecieron varios inmigrantes en Estados Unidos. Sin embargo, la joya “escondida” del disco es “Against the Wind”, original de Bob Seger. Aunque, extrañamente, parece que esta canción nunca la interpretaron en concierto.

Entonces tenemos que el disco tiene buenas melodías country, buenas voces, buenas canciones. Sin embargo, ahora llegamos a la parte negative y es que, a pesar de todas las ventajas, el disco tiene una falla que impide que sea un producto mejor. Y eso es la producción. A pesar de que el uso de sintetizadores es moderado y los músicos son profesionales, la producción suena demsasiado “perfecta” lo que hace que el disco se escuche un tanto estéril y plano. Tal vez no sea un experto en country, pero este disco está desprovisto de ese sonido “en bruto” y directo, característico de las grabaciones de Johnny Cash o del propio Kris Kristofferson.

Por tanto, este disco será más atractivo para quienes desean escuchar un disco de country ligero o como un primer acercamiento al género. Sin embargo, tal vez sea poco revelador para verdaderos conocedores.


Si no tienes un disco de este tipo en tu colección, esta es una buena opción por su accesibilidad y, si no deseas conocer más de este género, tal vez sea el único disco que necesites escuchar de este tipo.  

lunes, 12 de junio de 2017

The Highwaymen: Introducción



Realmente no recuerdo cómo ni por qué llegó a mis manos el primer álbum de este supergrupo de música country. Pero fue algo bueno, porque fue un grupo que, en su corta existencia, grabó tres producciones discográficas bastante buenas. Pero vamos por partes.

En la música pop hay dos tipos de supergrupos: aquellos que se generan para intentar escribir y grabar música que sea relevante para la época en la que existen. Por ejemplo, Asia y Crosby, Stills and Nash. Si lo lograron o no, es otro tema; lo verdaderamente importante es la ambición del grupo. Por otro lado, hay supergrupos que se forman como una forma para pasar el rato, ganar unos dólares y, con suerte, reavivar la carrera de sus integrantes. En el peor de los casos, un supergrupo de este tipo puede inyectar un poco de motivación en los miembros al momento de componer en sus propias carreras solistas. The Highwaymen pertenece a este segundo tipo.

The Highwaymen estaba formado por Johnny Cash, Willie Nelson, Kris Kristofferson y Waylon Jennings. Sí, cuatro de los exponentes más importantes del country que, un buen día, se juntaron y decidieron grabar un puñado de temas clásicos (en su mayoría covers), hacer un par de giras y ya. Así, sin más. En realidad, una buena comparación (si usted, amable lector, es más roquero) son los Traveling Wilburys, aquel supergrupo formado por George Harrison, Bob Dylan, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne.

Esta breve encarnación de The Highwaymen sirvió para proveer a los cuatro de una breve carrera “alterna” entre sus grabaciones individuales y experimentar un breve “revival”. Con el bagaje de los cuatro integrantes, simplemente es un proyecto que no podía fallar y, todo aquel neófito en este género, así como los conocedores, pueden adquirir los tres álbumes que lanzaron bajo este mote y pasar un buen rato de diversión country.

De la mayor ventaja del grupo, se desprende también su mayor desventaja. Con cuatro estrellas del country, cada uno con sus temas clásicos, los álbumes de The Highwaymen sirven para pasar un buen rato, pero no más. Aunque no soy un experto en música country, es difícil encontrar en estos álbumes algo realmente innovador o sustancial. Sin embargo, es una falla totalmente comprensible: cada uno ya había aportado, en sus carreras solistas, algo al country (e incluso al rock, si recordamos que Kristofferson escribió “Me and Bobby McGee”, la cual versionó Janis Joplin).

Así que, el veredicto final es muy simple. Puedes adquirir los tres discos de The Highwaymen y agregar algo de country a tu colección. Incluso si te gusta el rock o Johnny Cash en su etapa de los años 2000, es probable que estos álbumes te gusten.

Eso sí, la única restricción que veo es que tengas una alergia muy fuerte al country. Pero vamos, casi todos AMAMOS “Hurt” en voz de Johnny Cash, ¿no?

Discografía:

1985: The Highwaymen
1990: Highwaymen 2
1995: The Road Goes on Forever
2016: American Outlaws (Live)