martes, 28 de febrero de 2017

OST: La La Land Original Motion Picture Soundtrack



1)Another Day of Sun 2) Someone in the Crowd 3) Mia & Sebastian's Theme 4) A Lovely Night 5) Herman's Habit 6) City of Stars 7) Planetarium 8) Summer Montage / Madeline 9) City of Stars 10) Start a Fire 11) Engagement Party 12) Audition (The Fools Who Dream) 13) Epilogue 14) The End 15) City of Stars (Humming)

(Nota: la reseña se realizó antes de ver el filme. Al final, se incluye una nota aclaratoria sobre las impresiones después de ver el filme – HAG.)

Este disco suscita una reacción bipolar…provoca que salga el Jekyll y Hyde que hay dentro de Henry Galt…y supongo que no ayuda contenerse, así que lo diré alto y fuerte: ¡este disco APESTA MUCHO! Pero al mismo tiempo, ¡ME GUSTA! 

Supongo que aquí podría terminar la reseña, pero seguramente algunos lectores querrán algún tipo de justificación para afirmaciones tan contradictorias.

El problema más fuerte que encuentro en esta pequeña banda sonora es que de verdad parece una grabación hecha por “Varios Artistas”. “¿Y? ¡Así son las bandas sonoras, Hank! ¿Qué rayos quieres decir con eso?” Pero el problema va más allá. Creo que es uno de esos (raros, de hecho) discos que, a pesar de que la música fue compuesta, en mayor parte, por una sola persona (Justin Hurwitz), parece que hubo un compositor por cada pieza.

Y es que la diversidad siempre será bienvenida en la música. Pero aquí, tenemos una diversidad mecánica, forzada, sin cohesión temática. La La Land es una mezcla de pop, temas que intentan imitar los musicales clásicos de Hollywood, jazz…Eso sí, les puedo adelantar que si escuchan el disco antes de ver el filme, les deseo buena suerte para que entiendan lo que pasa. De repente tenemos un tema a la usanza del cine musical (“Another Day of Sun”), después tenemos un tema de jazz (“Herman’s Habit”) y luego tenemos una pieza a cargo de John Legend (“Start a Fire”). Sobra decir que me sentí un tanto “esquizofrénico” por decirlo de alguna manera, al escuchar este disco (lo bueno es que su duración es corta). Y es que al final, la banda sonora se descubre por lo que es: un álbum habitual, sin valor dentro de la narrativa, un producto cuya existencia depende mucho de la actitud que tengamos ante la película. Intenten seguir los hechos del filme a través, únicamente, de sus canciones. Díganme si tienen suerte en encontrar coherencia con lo que va pasando en la historia.

Y es que es imposible calificar a La La Land sin tomar eso en cuenta. Por ejemplo, uno puede escuchar la banda sonora de grandes películas musicales y seguir perfectamente el hilo narrativo de la historia. Fiddler on the Roof, West Side Story, y ni siquiera tocamos el tema de las óperas rock, como Jesus Christ Superstar (la cual, como ópera, narra la historia desde la primera hasta la última canción). Al respecto, la música de La La Land difícilmente ofrece algo que no se haya escuchado en filmes musicales. La música de La La Land es un trabajo que copia la forma, pero agrega poca sustancia, ya sea al cine musical o al jazz.

“¿Pero Galt”, dice un lector imaginario, “todo eso que dices qué importa si la música es buena?” Y para esa pregunta, querido lector imaginario, tengo una respuesta que le será satisfactoria: en realidad, la música es muy buena. Si hacemos de lado el hecho de que no es música innovadora ni para los filmes musicales ni para el jazz, es notorio que tanto Hurwitz y los músicos que participaron en la grabación, definitivamente conocen y aprecian los géneros a los que homenajean en esta banda sonora. Las melodías musicales son memorables y, en la mayoría de los casos, evitan caer en la cursilería fácil (increíble, dado el tema de la película). Incluso, si eres una persona del tipo romántico, algunas de ellas pueden llegarte en algún nivel (en especial, “City of Stars”). El tema de John Legend (el birnco estilístico más “extremo” en el disco) es interesante, ya que recuerda al estilo de Stevie Wonder.

Y, antes de llegar al veredicto, es necesario mencionar que Emma Stone y Ryan Gosling hacen un buen trabajo en las voces. Sin ser grandes cantantes, el desempeño es bueno, ya que evitan caer en excesos.
¿Veredicto final? Pues depende mucho de la actitud que tenga cada uno con respecto a la película. Puede verse desde tres ángulos:
  •          Si te encantó la película, es posible que te encante este disco y sea una adición sensata a tu colección.
  •          Si la película no te gustó y has visto otras películas musicales, es probable que no te ofrezca nada nuevo.
  •          Si te encantó el concepto de la película, es una buena adición.

La última opción, creo, es lo que le da sentido a la existencia de este proyecto, ya que puede motivar a muchos espectadores a escudriñar en la historia del jazz y de los musicales.

(Nota después de ver la película: Bueno, una vez que entiendes el filme, los brincos conceptuales en la música son más claros, aunque confirma la teoría de que en realidad no hay unidad temática en las canciones y de que la adquisición del CD depende en gran medida del gusto que tengamos por la película - HAG).

lunes, 27 de febrero de 2017

OST: Introducción

Este apartado puede sonar raro, pero no teman: esta entrada sólo es para comunicarles que aquí podrán encontrar la liga a las reseñas de varios discos que sean bandas sonoras de películas.

¿Cuál será el criterio para etiquetar una reseña de un disco de banda sonora? Para evitar confusiones en el futuro, creo que lo más conveniente sería aclarar que las bandas sonoras reseñadas en este aparato serán aquellas que:
  • Sean una grabación de varios artistas
  • Contengan música compuesta para la película (o, que, en su caso, tenga algún sentido la inclusión de temas grabados anteriormente)

Esto es para agrupar de mejor manera las reseñas. Para ejemplificar este criterio, vemos este caso.

  • El álbum Blade Runner, de Vangelis, NO será reseñado aquí, ya que ese disco tiene más sentido incluirlo como una reseña de un álbum propio del artista.
  • Sin embargo, el álbum de la banda sonora de la película Crazy Heart será reseñado bajo esta etiqueta, ya que contiene música original, grabada por varios artistas y tiene sentido la inclusión de canciones previamente grabadas.

Espero que el criterio sea más o menos claro. Más aún, espero que pueda ser útil en las reseñas.

¡Pero no se diga más!

Comencemos con una reseña que creo que podrá ser interesante para muchos. 

Discografía:

La La Land: Original Motion Picture Soundtrack


viernes, 24 de febrero de 2017

Jeff Beck: Introducción

Jeff Beck ES EL MEJOR GUITARRISTA DE ROCK. O tal vez no lo sea (un poco de controversia nunca viene mal). Lo que sí es un hecho es que Beck pertenece al selecto grupo de “guitarristas legendarios” y su nombre está grabado en la historia del rock junto a Hendrix, Clapton y Page.

¿Pero cuál es la diferencia de Beck en comparación a los otros grandes? Para empezar, es uno de los pocos guitarristas que emergieron en los sesenta que mantiene, hasta el día de hoy, una actitud experimental. Además de ser pionero del hard rock (junto con Cream y Led Zeppelin), fue uno de los primeros guitarristas que comenzó a experimentar con el género de fusión; en los noventa, experimentó con el género de la música electrónica (¿alguna vez han escuchado una melodía de blues en un arreglo electrónico? Bueno, pues Beck lo hizo en el 2001).

Al igual que Clapton (cuyas similitudes no se limitan a que ambos formaron parte de The Yardbirds), Beck casi no compone, por lo que es regla que en sus álbumes alguien más se encargue de esta responsabilidad. Esto provoca que, en gran medida, la calidad de sus álbumes depende mucho de quiénes lo acompañen.

Además, como suele ocurrir con todos los artistas que experimentan, esto tiene una desventaja: la discografía de Jeff Beck es bastante irregular. Por cada obra de alto nivel, encontramos dos o tres discos bastante olvidables.

Sin embargo, y a pesar de sus evidentes falencias, no puede negarse que Beck es un virtuoso, capaz de estructurar solos y riffs memorables. Y esto hace que, incluso en sus peores álbumes, siempre haya algo interesante en el plano musical.

Además, como se mencionó arriba, el desarrollo del hard rock no podría concebirse sin Truth, su álbum de 1968.

¿Cómo acercarse, entonces, a su discografía? Hay dos caminos. Uno es conseguir el mencionado Truth y alguna recopilación que abarque la década de los setenta y ochenta. Otra opción sensata es conseguir el compilado triple Beckology, una colección de canciones representativa de lo mejor. Ya conseguir la discografía completa será una tarea exclusiva de los verdaderos conversos.


Discografía:

1968: Truth
1969: Beck-Ola
1971: Rough And Ready
1975: Blow By Blow
1976: Wired
1977: With The Jan Hammer Group Live
1980: There And Back
1985: Flash
1989: Jeff Beck's Guitar Shop
1993: Crazy Legs
1999: Who Else!
2001: You Had It Coming
2003: Jeff

jueves, 23 de febrero de 2017

Yes: Introducción


Yes es, tal vez, la banda por excelencia del rock progresivo de los setenta. Aunque existan muchos debates sobre cuál de todas las bandas de prog sea mejor, creo que Yes representa de la mejor manera los aspectos positivos así como los negativos.

Comenzando con los aspectos positivos, Yes está formado por músicos altamente profesionales y virtuosos. Ya sea en la era de Howe y Wakeman o en la de Downes o en la de Rabin, algo no se puede negar: que cada uno de los músicos que ha sido parte de las filas de la banda es un gran músico. Este hecho tiene dos ventajas: a) incluso las canciones menos memorables en cuanto a melodía ofrecen algo interesante (como puede ser un pasaje de teclado de Wakeman o una línea de bajo de Squire); y b) Yes es una de las pocas bandas que puede jactarse de que cuenta con varios álbumes en vivo, siempre impecablemente ejecutados.

Otro aspecto positivo de Yes es que logró combinar rock con instrumentación orquestal y con melodías poco triviales. En sus inicios, Yes demostró una buena capacidad de componer melodías memorables y optimistas. En algunos álbumes, como Fragile, la combinación de estos elementos es casi perfecta, demostrando el potencial del prog-rock.

Sin embargo, así como la banda llevó al prog-rock a su cénit, también demostró las limitaciones del subgénero. Por ejemplo, en algunas producciones las canciones se vuelven un autocomplacientes. En este respecto, Tales from Topographic Oceans es uno de los ejemplos más claros y un álbum divisivo entre la crítica especializada.

Otro punto que es común encontrar en las reseñas de los álbumes de Yes es que a muchas personas les puede no resultar agradable la voz de Jon Anderson. Muchos la tildan de inexpresiva y robótica, por lo que, para muchas personas, Yes es un “gusto adquirido”, como se dice proverbialmente. 

¿El veredicto final? Por más que se pueda recomendar adquirir la discografía completa de Yes, esa labor queda destinada únicamente para los fanáticos de la banda y del prog-rock (aunque es común encontrar a algunos seguidores del prog para los cuales la música del grupo no es lo suficientemente “compleja” como la de otras bandas, como Gentle Giant o King Crimson). Para quien gusta del rock en general, hay dos opciones: adquirir una recopilación, como el acoplado doble Yesstory, el cual es bastante representativo de las mejores épocas de la banda; o bien, se pueden incluir en la colección personal los siguientes álbumes: Fragile, Close to the Edge, Relayer y Going for the One. ¿Por qué esos álbumes? Bueno, pues por eso vienen ya las reseñas.

La primera alineación de la banda estaba conformada por: Jon Anderson (voz), Chris Squire (bajo), Peter Banks (guitarra), Bill Bruford (batería) y Tony Kaye (teclados). Después de tres álbumes, Banks y Kaye salen, para ser reemplazados por Steve Howe (guitarra) y Rick Wakeman (teclados). Esta última alineación se considera como la “clásica”. Después, casi cada nueva producción suponía un nuevo cambio de miembros. 

Discografía:

1969: Yes
1970: Time And A Word
1971: The Yes Album
1972: Fragile
1972: Close To The Edge
1973: Yessongs
1974: Tales From Topographic Oceans
1974: Relayer
1977: Going For The One
1978: Tormato
1980: Drama
1980: Yesshows
1983: 90125
1987: Big Generator
1988: Anderson, Bruford, Wakeman & Howe
1991: Union
1992: An Evening Of Yes Music Plus
1994: Talk
1996: Keys To Ascension
1997: Keys To Ascension 2
1997: Open Your Eyes
1999: The Ladder
2000: House Of Yes: Live From House Of Blues
2001: Magnification
2011: Fly From Here
2014: Heaven and Earth 

miércoles, 22 de febrero de 2017

Pink Floyd: Introducción



¡Good Old Pink! Un grupo que, a los ojos de muchos es EL grupo. Hablar de Pink Floyd no es una tarea sencilla, ya que es una de las bandas más veneradas por el público roquero, especialmente en México y la mayoría de dicho público habla de la banda con mucha pasión. Porque tal vez se trate, junto con Led Zeppelin, de LA banda que marcó la década de los setenta, especialmente en el terreno del rock progresivo/art-rock. Hoy en día, ni siquiera bandas como The Who o solistas como Bob Dylan disfrutan de tan inmaculada reputación.

Pero en realidad, ¿cuáles son los verdaderos méritos de la banda, los cuales le asignaron ese lugar tan especial en la historia?

Para empezar, debo expresar una percepción bastante personal y subjetiva pero que creo que es fundamental para entender a este grupo. Pink Floyd es una de esas bandas en las que ese viejo dicho de “más que la suma de sus partes” no sólo se justifica, sino que se debe mencionar. No recuerdo a otra banda que, como conjunto, funcionará de forma casi perfecta. Los Beatles, por ejemplo, una vez separados, comenzaron a crear obras maestras de forma individual (sí, hasta Ringo); los Rolling Stones también tuvieron algunos álbumes sobresalientes de forma individual; Pete Townshend incluso escribió dos semiclásicos fuera del ámbito de The Who; y ni siquiera menciono a las grandes bandas de prog como Jethro Tull o King Crimson, cuyos miembros saltaban de un proyecto a otro. 

¿Pero Floyd? Ni Waters, cuya carrera solista puede decirse que es la más “sólida”, puede presumir de haber escrito es solitario un álbum tan cohesivo como “Animals”. Gilmour, quien puede decirse que es el miembro más talentoso en el plano musical, tampoco logró producir algo relevante. ¿Mason? ¿Wright? Ni hablar, nada de lo que produjeron se acerca a los álbumes del periodo de 1972 a 1979. Podría decirse que Barret se acercó a producir algo relevante, pero ese es otro cantar…

 Y esto es porque, si separamos a cada miembro del grupo, simplemente no existe ese talento colectivo. A excepción del mencionado Gilmour, ninguno de los miembros es un gran virtuoso, como ocurría en varios grupos de la “competencia”. Ninguno de los miembros puede jactarse de ser un gran compositor, al menos en términos de melodías memorables. Sí, cada seguramente se terminaron odiando (con razón) y la separación era inminente, pero es preciso hablar de música de Pink Floyd más que en términos de las aportaciones de cada miembro.

La misma historia de la banda es crucial para entender su popularidad. La banda fue uno de los actos piscodélicos/avant garde más conocidos en el Londres de finales de los sesenta. En este primer periodo, la banda se concentró en varias formas de experimentación musical (algunos exitosos, otros no) que no se habían escuchado en ese entonces. Experimentos con percusiones, con feedback, con jams y con las mismas estructuras de las canciones fueron la norma en este primer periodo de la banda.

Después de ese periodo iniciático, vino el gran breakthrough (como dirían los gringos) que va del Dark Side al The Wall. Después de los experimentos, vino una etapa en la que la banda encontró una especie de “fórmula ganadora” si se puede decir así. Y es que, en el advenimiento del prog rock y de diferentes vertientes del art rock, Pink Floyd representaba una gran oferta para el público de la “élite” roquera: una banda experimental, pero altamente melódica; una banda capaz de escribir canciones con letras “universales” y que trataban de muerte, dinero, la futilidad de la vida y el aislamiento (a diferencia de Genesis, por ejemplo, cuyas letras transpiraban “¡Gran Bretaña!”; o de Yes, cuyas mensajes universales eran…un tanto difíciles de entender en primera escucha).

Y esto último, al menos para mí, es una gran desventaja: siempre he pensado que Floyd parece escribir siempre desde el cerebro y con un tanto de arrogancia (estoy casi seguro que esto se lo debemos a Waters). Claro, siempre es agradable hablar de lo inevitable de la muerte y del tiempo, pero en el repertorio de la banda no hay letras poéticas, como lo que podemos encontrar en Procol Harum. Lo más cercano a una “declaración” personal es The Wall, pero aún así es la excepción que confirma la regla.

Tal vez esta introducción sea un poco más larga que las demás, pero Pink Floyd es una banda que PIDE (DEMANDA, de hecho) una introducción de este calibre. A pesar de sus falencias, Pink Floyd produjo algunos de los álbumes más memorables de los setenta y ninguna acusación que se les pueda hacer puede ensombrecer este hecho.

Está demás decir que la discografía de Pink Floyd es una adquisición obligada en una colección de rock. Es más, tal vez la obligación sea mayor si no somos tan fanáticos de este estilo, ya que es una de las pocas bandas que unificó tanto a la crítica snob como al gran público y eso no es un logro menor. 

Discografía:

1967: The Piper At The Gates Of Dawn
1968: A Saucerful Of Secrets
1969: More
1969: Ummagumma
1970: Atom Heart Mother
1971: Relics
1971: Meddle
1972: Obscured By Clouds
1973: Dark Side Of The Moon
1975: Wish You Were Here
1977: Animals
1979: The Wall
1980: Is There Anybody Out There? The Wall Live
1983: The Final Cut
1987: A Momentary Lapse Of Reason
1988: Delicate Sound Of Thunder
1994: The Division Bell
1995: P.U.L.S.E

martes, 21 de febrero de 2017

Procol Harum: Introducción



Procol Harum = A Whiter Shade of Pale. Esta afirmación es cierta para muchas personas, cuando menos en México, en donde se tiende a categorizar a este grupo como una especie de “One Hit Wonder” de los sesenta. ¡Esto es una pena! Y lo es por algo muy simple: Procol Harum fue una de las bandas de art- rock más notables y consistentes de finales de los sesenta y de los setenta, tiempo en el que produjeron varios discos que podemos considerar unos clásicos. Pero vamos paso a paso.

Empecemos por las desventajas del grupo, ya que sus limitaciones son obvias. Al igual que pasa con los Moody Blues, existe una tendencia a compararlos con grupos como Yes, Genesis, Jethro Tull, entre otros. Pero en realidad, Procol no pertenece a la misma liga. Art- rock, sí, pero ninguno de sus miembros es un virtuoso en sus instrumentos, ni los álbumes tienen (o pretenden tener) un concepto, ni encontrarás suites de 20 minutos o más (salvo un par de excepciones).

A la larga, esta comparación con los gigantes del prog rock resulta en que muchas personas consideran a Procol Harum como una banda menor y, en el mejor de los casos, pretenciosa y pomposa. Tampoco es una ventaja el hecho de que, a lo largo de los setenta, el grupo se apegó básicamente a una fórmula, lo cual provocó un estancamiento creativo que derivó en la separación del grupo: una vez repitieron la misma fórmula por n-ésima ocasión, simplemente ya no había a dónde ir.

Sin embargo, tiene, a mí modo de ver, una gran ventaja sobre dichas bandas de prog. La primera, es que Gary Brooker tiene un gran talento para escribir canciones con excelentes melodías y arreglos, mientras Keith Reed proveía de letras interesantes y (a diferencia de las bandas de prog) comprensibles a las canciones con grandes metáforas. Esto es una ventaja, considerando que cada disco, a pesar de ser muy similar al anterior, la calidad de las canciones rara vez decae.  Definitivamente, Gary Brooker es uno de los compositores más infravalorados en el mundo del rock.

Otra ventaja es que la banda logró crear un sonido distintivo y con varias capas de sonido, gracias a la mezcla de órganos y piano de Brooker y Matthew Fisher, arreglos orquestales y, sí, algo de pretensiones, lo cual constituye la verdadera marca indeleble de Procol en la historia del rock. 

Algunos mencionan que los mejores años de la banda se concentran en los años de Robin Trower (y puede que haya algo de verdadero en dicha afirmación), en los que su guitarra le daba a la músico un tono más roquero, pero en realidad la música del grupo rara vez se trató de roquear en el sentido estricto del término.

Así que, si tienen la suerte de encontrarse con alguno de los álbumes de Procol Harum, no duden en darle una oportunidad, ya que es una banda que merece que su discografía completa sea escuchada. Es una lástima que muchos de sus discos sean difíciles de conseguir si no es mediante alguna forma de importación. Las compilaciones, por otro lado, tampoco son  muy completas y por lo general dejan fuera algunas canciones importantes en la historia del grupo.

En sus inicios, la banda se conformaba por: Gary Brooker (teclados y voz), Matthew Fisher (teclados), Dave Knights (bajo), Bobby Harrison (batería), Ray Royer (guitarra) y Keith Reid (letras). Si esta formación te resulta desconocida, es porque estos miembros grabaron el sencillo “A Whiter Shade of Pale”. Antes de grabar el primer LP completo, Harrison y Royer abandonaron el grupo, para se reemplazados por Robin Trower (guitarra) y B.J. Wilson (batería). Esta formación grabó los álbumes clásicos en el periodo de 1967 al 1969. En 1970, Fisher y Knights abandonan a Procol y llegaría Chris Copping para reemplazar ambas funciones. Trower dejó al grupo en 1971 para dejar su lugar a Dave Ball. En los siguientes años hubo más cambios, pero por el momento es lo que necesitas saber acerca Procol Harum.

Discografía:

1967: A Whiter Shade Of Pale
1968: Shine On Brightly
1969: A Salty Dog
1970: Home
1971: Broken Barricades
1972: Live In Concert With The Edmonton Symphony Orchestra
1973: Grand Hotel
1974: Exotic Birds And Fruit
1974: BBC Live In Concert
1975: Procol's Ninth
1977: Something Magic
1991: The Prodigal Stranger
1995: The Long Goodbye
1999: Pandora's Box
2003: The Well's On Fire

lunes, 20 de febrero de 2017

The Moody Blues: In Search of the Lost Chord (1968)


IN SEARCH OF THE LOST CHORD (1968)

1) Departure 2) Ride My See-Saw 3) Dr. Livingstone, I Presume 4) House of Four Doors, pt. 1 5) Legend of a Mind 6) House of Four Doors, pt. 2 7) Voices in the Sky 8) The Best Way To Travel 9) Visions of Paradise 10) The Actor 11) The Word 12) Ohm

El segundo álbum de la nueva formación de los Moody Blues (sin contar el debut, en el que participó Danny Laine) es un producto ambivalente. Por un lado, demuestra que cada uno de los miembros, a estas alturas, es capaz de escribir buenas canciones, con melodías claras y distintivas, justo como en Days of Future Passed. Por el otro, muestra la debilidad más clara del conjunto: a partir de este disco, la banda seguirá la misma fórmula hasta Seventh Soujorn. Por otro lado, en el apartado conceptual, In Search of the Lost Chord es claramente un hijo un tanto tardío de la época Flower Power: el tema central gira alrededor de…no sé, parece que la banda se embarca en un viaje para encontrar el acorde perdido…el cual resulta ser… ¿” Ohm”? ¿Timothy Leary? Está demás decir que el concepto del álbum se volvió obsoleto para 1969.

Sin embargo, la fórmula todavía está fresca y las canciones, en su mayoría, son muy buenas. Después de la introducción (“Departure”) nos encontramos con un clásico de la banda, “Ride my See-Saw”, una canción pop compacta, con una gran melodía cantada por Justin y John (por cierto, en la versión de estudio, el mellotrón de Mike Pinder no es muy prominente, pero en la versión en vivo, le da una nueva dimensión a esta canción). 

Le sigue “Dr. Livingstone, I Presume”, una canción muy similar a “The Morning” en el álbum anterior, pero con una melodía muy similar a “All Together Now” de los Beatles (es imposible no recordar a los Fab Four, en especial en el coro “We’re all looking for Someone”). Otra contribución de Thomas es otro clásico de la banda. Me refiero a “Legend of a Mind”. Excluyendo la letra, acerca de Timothy Leary, es una canción cuasi-psicodélica, con una gran melodía, tanto vocal como musical, con breves solos de flauta por parte de Thomas y un gran desempeño de Pinder en el mellotrón. Además, es una de las canciones más largas en el repertorio de la banda, pero ningún segundo está malgastado.

Lodge contribuye “House of Four Doors”, una composición multiparte divida en dos pistas, que empieza como una canción folk pop (un estilo en el que Lodge se sentía muy seguro en esta etapa) con una melodía pegajosa y un intermedio con tintes casi medievales.

Sin embargo, hay varios puntos débiles en el álbum. “The Best Way to Travel” de Michael Pinder intenta ser una canción psicodélica (basta con leer el título para darnos una idea) pero tiene una melodía un tanto errática. Repentinamente, el flujo se interrumpe para incluir efectos de mellotrón, los cuales apuestan por crear más atmósfera que proporcionarnos ideas musicales sólidas. Las demás contribuciones de Justin Hayward, fuera de “Ride my See-Saw”, son bastante modestas. Tanto “Voices in the Sky” como “The Actor”, son canciones agradables, pero cuyo mayor atractivo es la voz de Justin. 

Sin embargo, los últimos tres tracks, los cuales conforman una mini-suite que termina por darle “cohesión” al concepto del álbum. Sin embargo, las ideas son menos interesantes que el resto del álbum, lo cual proporciona un final un tanto insatisfactorio.  Y, al final, es lo que ancla al álbum de manera tan definitiva con el año de 1968.

La mini-suite comienza con un track en el que Mike Pinder declama una pieza importante para el concepto (“The Word”) para dar paso a “Om”, una composición en donde la melodía la lleva una cítara. Parece una copia de “Within You Without You”, pero más aburrida y, a diferencia de “Legend of a Mind”, fácilmente se puede omitir un par de minutos.

Al final, la respuesta de la eterna pregunta se reduce a lo siguiente: a pesar de sus claras falencias en las composiciones psicodélicas, así como un par de tracks en donde las melodías son débiles, este disco contiene varios clásicos del grupo. Mi opinión es que lo puedes adquirir sin miedo, sólo recuerda que puedes perder un poco de interés en la última parte. 

Puedes adquirirlo aquí, si eres de los de la vieja escuela...