miércoles, 26 de julio de 2017

Reseña: King Crimson en el Teatro Metropólitan, Ciudad de México, 14 de julio de 2017

El viernes 14 de julio de 2017 fue la primera (y, hasta el momento) única vez que asisto a un concierto de King Crimson. Y debo decir que ha sido uno de los mejores conciertos a lo que he asistido en tiempos recientes. Sí, sé que esta afirmación puede parecer digna de un fan from hell, pero no es una afirmación banal, considerando que una buena parte de las canciones interpretadas ese día (alrededor de una tercera parte del setlist) NO son de mi total agrado. Rayos, hasta diría que esas canciones son totalmente aburridas. Pero, ¿por qué este concierto fue tan brillante?

Antes: La cuestión de Fallen Angel y la banda

El inicio de esta gira, que inició en Estados Unidos en junio, marcó un hito dentro de la historia del grupo de Míster Fripp. Algo que sólo aquellos que han seguido la historia de la banda de manera fiel, se pudieron dar cuenta: es la primera gira en la que se incluye, dentro del setlist, la canción “Fallen Angel”. Una de las mejores canciones del periodo de John Wetton (recientemente fallecido) hizo su debut, después de 34 años de haber sido grabada. Una de las canciones favoritas personales de quien esto escribe, la sola idea de saber que esa canción podía ser tocada, era algo ya digno de mencionarse y que intensificaron mi emoción previa.

Sin embargo, durante las primeras fechas de la gira del 2017, la canción entraba y salía del setlist. Tal vez las primeras interpretaciones no dejaron satisfecho a Fripp, pero el hecho es que “Fallen Angel” podía omitirse en los conciertos de la Ciudad de México. Y esa posibilidad, ¡era terrible! ¿Cómo? ¿Cambiar “Fallen Angel” por un jam atonal o una de esas canciones aburridas, que Fripp atesorar en la actualidad? ¡Pfff!

Pero bueno, ese viernes llegó y el misterio de “Fallen Angel” se resolvería antes de que terminara la noche.

Como es usual en conciertos de grupos “dinosaurio” de rock progresivo, la banda de la audiencia era variopinta pero todos comparten el gusto por este subgénero del rock. Desde señores y señoras de más de 60 años que conocieron al grupo en sus días de juventud, hasta la chaviza que trae en su iPod el clásico In the Court of the Crimson King. La venta de memorabilia no oficial, afuera del Teatro Metropólitan, también es digna de mención. Los omnipresentes vendedores del Chopo ofrecían sus productos selectos, como discos de rock progresivo de todos colores, sabores y nacionalidades, bootlegs, devedés y playeras. Mención especial merecen los discos “grabados y serigrafiados” de gran parte del catálogo de Discipline Global Mobile. Mención ultra especial merecen las ediciones bucaneras de esos impresionantes boxsets de los discos de In the Court of the Crimson King, Larks’ Tongues in Aspic y The Road to Red. Por menos de $1,500 pesos, se podían adquirir cerca de 60 discos, con todas las versiones habidas y por haber de “Epitaph”, “Red” y “Larks’ Tongues in Aspic”. Es extraño que el mismo Fripp no haya salido a reclamar su moche a los vendedores apócrifos.

Esa clásica expresión cuando sabes que esos piratas van a necesitar quemadores nuevos para el  próximo boxset con 300 discos. 

Volviendo a la audiencia, fue uno de esos recitales en los que muchos de los asistentes se conocen entre sí, porque todos forman parte del círculo de fanáticos del rock progresivo en México. Playeras de Il Balleto Di Bronzo, Van der Graaf Generator, Genesis, Porcupine Tree (and, of course, Steven Wilson), Le Orme, Jethro Tull, Tool, Alan Parsons, David Bowie (con quien Robert Fripp colaboró en varias ocasiones) y demás bandas similares fueron desempolvadas para la ocasión. Saludos, abrazos fraternales y reuniones de viejos amigos se veían en cada esquina del teatro.

Acerca de la controversia causada por la política estricta, impuesta por el mismísimo Mr. Fripp, de “no fotografías dentro del teatro”, creo que muchos exageraron el asunto. Ante el anuncio previo, en español y en inglés (grabado por Fripp, en donde nos pidió “guardar esos maravillosos dispositivos electrónicos”), era común escuchar a varios asistentes decir “¡mamones!” y demás frases similares, pertenecientes a la jerga mexicana. Muchos otros tomaron acción y comenzaron a En primer lugar, King Crimson impuso esa norma desde los noventa, al menos, cuando todavía era poco común contar con equipos portátiles de grabación de cualquier tipo. Y, en segundo lugar, por muy esnob que parezca, en esta ocasión estoy del lado de Fripp. Con el auge de la tecnología móvil, con dispositivos que nos permiten grabar todo, en todo momento, parece que asistimos a los conciertos únicamente a grabar lo que sucede, en lugar de…vivirlo. Claro, es emocionante tener una evidencia de que asistimos a ver a nuestro grupo/artista favorito, pero no debe sustituir la experiencia de vivirlo y poner atención en todo momento, con todos nuestros sentidos. Siempre recordaré una frase que dijo una fanática, quien vino a la Ciudad de México desde Perú para ver a El Jefe Springsteen en 2012: 

"Esta es mi expresión de molestia cuando sacas fotos".
“¿Para qué grabo lo que pasa en el concierto? A Bruce, ya lo he visto muchas veces en video. Vine aquí a verlo con mis propios ojos”.

Y así, con discusiones entre el equipo de seguridad y los “fotógrafos amateurs” aferrados, el concierto dio inicio.

Durante: El profe Fripp

Al lado mío, un par de asistentes (quienes parecían haber llegado directo de la oficina, con look Godínez de alto nivel” (sí, incluso entre los Godínez hay estratos) comenzaron a hablar acerca del atuendo de la banda. Cada uno de los músicos salió a escena vestido de traje y chaleco, de manera muy formal. Los Godínez dijeron que míster Fripp parece más un profesor universitario que un músico de rock. Y tienen razón. Incluso dicha definición va más allá, pues Fripp ha dado clases magistrales de guitarra en nuestro país.

Pero más allá del atuendo, lo sobresaliente es la forma en la que interactúa la banda. Los ocho músicos son ultra profesionales (Robert Fripp, líder y guitarra; Mel Collins, saxofón, flautas y demás: Tony Levin; Pat Mastelotto, batería; Gavin Harrison, batería; Jakko Jakszyk, voz y guitarra; Jeremy Stacey, batería; Bill Rieflin, teclados) e interpretaron composiciones de casi (en un momento hablaremos de esto más a detalle) toda las etapas del Rey Carmesí.

En cuanto a las interpretaciones puntuales, pueden darse una idea si escuchan el disco triple Radical Action To Unseat the Hold of Monkey Mindsic!). Salvo algunos cambios en el setlist, los arreglos son similares. Por ello, procederé a mencionar algunos puntos particulares:
  • El uso de tres baterías es impresionante. Al menos, de forma visual, es realmente maravilloso ver cómo cada baterista toca una parte diferente. Sin embargo, a menos que se ponga mucha atención, pocas son las composiciones que se benefician de este hecho. Una de ellas es “Red”, la cual adquiere un ritmo diferente al arreglo clásico y, por lo mismo, toma un punch extra.
  • “Lizard”, “Islands”,” The Letters” y “Sailor’s Tale” no me causaron mucha emoción. No sé por qué Fripp le tomó tanto cariño a esta etapa particular de King Crimson en años recientes. Claro, las interpretaciones fueron impecables, como todas, pero son de esos temas en los que la forma superaba a la sustancia. Por ejemplo, “Starless” también es un tema pretencioso y bombástico, pero tiene una gran melodía y un gran crescendo. Estos temas, no. Ni en su versión en estudio me parecían interesantes y en vivo no cambió esa impresión.
  • La voz de Jakko. Tiene dos cosas, una buena y una mala. La mala es que no está al nivel de Lake o Wetton o Belew (aunque, siendo justos, Crimson ha tenido excelentes vocalistas, los cuales son difíciles de igualar). La buena es que NO intenta emular a Lake, Wetton o Belew. Algunas composiciones sufren un poco por la voz de Jakszyk (por ejemplo, “Indiscipline”; sólo Belew lograba dar esa interpretación el toque justo de “paranoia”). Pero, en general, es un buen y, en ocasiones, gran vocalista. En especial, su voz se adecuó muy bien a la versión de “Heroes”.
  • Esta no sería una reseña si no mencionara lo que todo mundo mencionó: Mel Collins incluyó un breve fragmento del Himno Nacional Mexicano en la primera pieza, “Larks’ Tongues In Aspic” (en cada país que visita, incluye un fragmento de su himno nacional). Listo. Prosigamos.
  • Sé que mucha de la música de King Crimson en compleja, pero los temas que se incluyeron en el setlist de esta gira no parecen requerir de un Tony Levin en el bajo, quien, a mi modo de ver, está un poco subutilizado.
  • La etapa de los ochenta (Discipline, Beat y Three of a Perfect Pair) está criminalmente subrepresentada. Sólo “Neurotica” y “Indiscipline” se colaron. Sí, tal vez ese material sea muy “pop”, “ligero” y “luminoso” para el combo actual (el cual se centra en tocar muchos temas más oscuros y complejos) pero no dejan de ser parte de la historia del grupo. Como si Fripp intentara borrarlos. Bueno, pues c’est la vie.
  • Otro espectáculo visual es ver a Fripp, tocando esos riffs metálicos, sentado y con expresiones mínimas en su rostro. Sí, así siempre aparece en los videos de la banda, pero verlo es algo en verdad increíble. Profesionalismo y concentración puros.
  • Ya que estamos en temas extra-musicales, ¿qué onda con Bill Rieflin? Ahora, en la posición de tecladista, el maravilloso baterista (quien formó parte de Ministry en sus “años dorados”), su función, después de regresar a Crimson, es casi imperceptible. Y, ¿era sólo mi impresión o tenía cara como de estar enojado o aburrido?
  • Tal vez "Easy Money" sea la canción más representativa del grupo en la actualidad. ¿Por qué? ¡Por los precios de su mercancía oficial! $400 pesos por una playera, $900 por el set de discos...no cabe duda que ese Fripp tiene visión. 
"Estoy feliz".


Después: Rock progresivo vs el mundo

El año pasado asistí al concierto de The Who en la Ciudad de México. El enfoque no puede ser más distinto. El mismo Pete Townshend ha comentado en diferentes ocasiones que los conciertos “son formas en las que se congrega la gente”. Y se nota en el concierto y en cómo lo desarrolla, cómo toca la guitarra y cómo interactúa con el público. Al final, para Townshend, la música es una forma de catarsis, un vehículo para externar sus pensamientos y sentimientos. Una forma de comunicarte con el otro.

Fripp, por otro lado, demanda que pongas atención a la música. Que escuches y entiendas cada nota de cada tema. Para él, la música es el fin. La música, por sí misma, debe causarte Este enfoque es diametralmente opuesto y se nota hasta en la forma en cómo conduce el concierto. Nula interacción, sin comentarios entre canciones, nada de lo que es usual en conciertos de música rock. Es decir, todo lo que era motivo de queja de la prensa especializada cuando surgió este subgénero: nada de sentimientos, puras pretensiones, puro intelecto.

Y, antes de que me acusen de quejarme por la forma en la que Fripp conduce sus conciertos, quiero decirles que no, no es queja. Al contrario, aplaudo y doy la bienvenida a este tipo de conciertos, un tanto distantes y super duper profesionales. ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: el rock, al menos en algún tiempo, acogía todo tipo de música, poses, opiniones, formas de ver el mundo. Esa noche de viernes, como ocurre en cada concierto, King Crimson nos mostró la forma en la que este grupo ve el mundo. Tan válida como la de Townshend o la de Joey Ramone o la de Morrissey o la de Depeche Mode o la de U2.

Y eso, queridos lectores, es lo mágico del rock.

Y sí, tocaron "Fallen Angel". BEST.CONCERT.EVER. 

Setlist:

Set 1:
Larks' Tongues in Aspic, Part One
Neurotica
Cirkus
Lizard
Hell Hounds of Krim
Red
Fallen Angel
Islands
Larks' Tongues in Aspic, Part Two

Set 2:
Indiscipline
The ConstruKction of Light
Banshee Legs Bell Hassle
Easy Money
Interlude
The Letters
Sailor's Tale
Meltdown
Radical Action II
Level Five
Starless

Encore:
The Court of the Crimson King
"Heroes"
21st Century Schizoid Man

martes, 25 de julio de 2017

Chicago: Chicago II


1. Movin' In; 2. The Road; 3. Poem For The People; 4. In The Country; 5. Wake Up Sunshine; 6. Make Me Smile; 7. So Much To Say, So Much To Give; 8. Anxiety's Moment; 9. West Virgina Fantasies; 10. Colour My World ; 11. To Be Free ; 12. Now More Than Ever; 13. Fancy Colours; 14. 25 Or 6 To 4; 15. Prelude; 16. A.M. Mourning; 17. P.M. Mourning; 18. Memories Of Love; It Better End Soon: 19. 1st Movement; 20. 2nd Movement; 21. 3rd Movement; 22. 4th Movement; 23. Where Do We Go From Here

El segundo disco de Chicago sigue, básicamente, la misma línea que el primero, salvo dos grandes excepciones. GRANDE excepciones, a decir verdad, porque para muchos este disco está por debajo del nivel del debut. Lo primero que hay que resaltar es la magnitude de este segundo álbum, ya que (al menos en su forma de LP), es doble, al igual que CTA. Esto significa que Chicago sigue en el modo “bombástico” y un tanto pretencioso. Incluso se contienen dos piezas divididas en movimientos. Pero veamos, ¿qué diferencias hay en este disco en comparación con el anterior?

Para empezar, este disco contiene una de las primeras baladas que grabó Chicago: la hipermegachoteada “Colour My World”. A pesar de que forma parte de la pieza conocida como “Ballet for a Girl in Buchannon”, esa sección se editó como sencillo y (¡oh Dios!) tuvo éxito. Para muchos, este fue un paso “mortal”, el momento en el que Chicago encontró un nicho en el género de “adulto contemporáneo”. Lo que muchos pierden de vista es que todavía faltaban muchos años para que la banda se pusiera en modo full power ballad. A pesar de esto, “Colour My World” fluye bien dentro del álbum y es la única balada por el momento.

El segundo aspecto negativo es más grave. Y esto es que, en algún momento de la grabación del álbum, el grupo decidió que, a partir de ahora, los instrumentos que siempre estarían al frente son los metales. El saxófón, el trombón y la trompeta toman un protagonismo evidente. El problema con este enfoque es que la guitarra de Terry Kath se le delegó a un segundo plano, como si el muchacho estuviera tomando mucho protagonismo. A mi modo de ver, lo especial de Chicago, como se escucha en CTA, es la mezcla entre dichos instrumentos de viento y la guitarra eléctrica (no por nada, se les conocía como la “rock and roll band with horns”).  Esto provoca que el álbum tenga un sonido un tanto monótono. Las partes en las que la guitarra tiene una participación importante son pocas.

La buena noticia es que la guitarra aparece en una de las mejores canciones de Chicago II (y del grupo). Me refiero a la mega famosa “25 or 6 to 4” (la cual, al contrario del conocimiento popular, no tiene un significado oculto; el título solo se refiere a la hora del día). El riff de la guitarra (que fue compuesto por Robert Lamm) es contagioso y memorable y se encarga de llevar la melodía principal. El solo de Kath, en el que usa un pedal wah-wah es sobresaliente.

Otro punto alto del álbum es el tema inicial, “Movin’ In”, con una melodía infecciosa, el cual resulta memorable por ser la primera canción; el coro también es pegajoso y alegre (el que dice “yes we know it!”). La suite de “Ballet” tambien fluye bien, aunque las partes más memorables y roqueras se editaron como sencillos: “Make Me Smile” fue un éxito, junto con la mencionada “Colour My World”. “Wake Up Sunshine” es otro gran tema, con un aire beatlesco (supongo que el grupo quería su propia “Good Day Sunshine”).

Hacia el final del álbum, sin embargo, la fuerza parece desaparecer. La suite “It Better End Soon” es pretenciosa, sí, pero hay algo peor: es aburrida. Al final, la atención se pierde un poco gracias a esa canción de “protesta” (al parecer, trata sobre la Guerra de Vietnam). Y peor aún, es que es una buena porción del álbum. Esta parte se podría haber omitido sin problema. Lo bueno es que, como un pequeño consuelo, el tema final es la primera contribución de Peter Cetera al grupo (“Where Do We Go From Here”). No es una obra maestro, pero es agradable y fue una buena decisión colocarla como el tema final.

En fin, este es un buen disco. No es esencial como el debut, pero es una buena adquisición para cualquier coleccción de rock. Tal vez la cantidad de temas geniales sea un poco menor que en el debut, pero los talentos de Lamm y de la sección de metales todavía están en plenas capacidades para escribir canciones interesantes y pegajosas.


Una nota técnica: Steven Wilson acaba de realizar una mezcla nueva de este álbum, así que también pueden adquirir esa versión mejorada. 

lunes, 24 de julio de 2017

Introducción: Ministry


Ha llegado el momento de hablar un poco de música industrial. Este subgénero del rock nació en la década de los ochenta. La definición y las características de este tipo de rock son algo difícil de definir, pero de manera breve, es rock que mezcla elementos de hard rock, música electrónica y sonidos similares a los que se pueden escuchar en una obra de construcción (de ahí viene el término “industrial”), por ejemplo, sonidos de cañerías y tuberías. Los pioneros de este género son muchos y sería muy largo entrar a detalle (desde Throbbing Gristle, Pere Ubu y un largo largo etc.), pero este párrafo es necesario para hablar un poco de Ministry.

Ministry es un proyecto liderado por Al Jourgensen y que inició en 1981. A lo largo de toda la discografía de Ministry, varios músicos han formado parte de la alineación, pero más o menos ha funcionado como un grupo de “puerta giratoria”. Sin embargo, lo más importante de este grupo es su influencia dentro de la escena del rock en general y del industrial en particular.

Porque Ministry logró lo que muchos grupos similares no pudieron: llegar al “gran público” y poner este subgénero en el radar de los aficionados al rock. Claro, otros grupos como Depeche Mode, con inlfuencias similares, llegaron a ser mucho más populares, pero lo lograron por acercase más al sonido del pop. Ministry, en cambio, mantuvo el sonido pesado y la atmósfera oscura en gran parte de su carrera (no hay que olvidar que Ministry comenzó como un grupo de synth-pop). Al mantener el espíritu de la música industrial, labró el camino que permitió que grupos como Nine Inch Nails, White Zombie y Marilyn Manson tuvieran éxito en la década de los noventa.

¿Pero cómo logró Ministry llegar al “gran público”? De una manera muy sencilla: al incluir riffs, melodías y grooves memorables. A pesar del sonido pesado y metálico, las canciones de Ministry son altamente melódicas; esta afirmación es cierta durante el periodo entre 1989 y 1999. Y esto permitió que todos los efectos de sonido, los sampleos y el sonido pesado fueran más fáciles de asimilar para la audiencia. Por ejemplo, el álbum In the Land of Rape and Honey es un disco con canciones pegajosas y memorables, en la que cada track ofrece algo interesante para atraer la atención del escucha. A pesar de todos los intentos de Jourgensen por ser provocativo y controversial (comenzando por los títulos de los álbumes, siguiendo con las letras y terminando con la imagen de la banda), la calidad de las canciones de ese periodo dorado logró que el grupo se volviera popular y alcanzara un éxito nada despreciable. En estos discos, es importante mencionar la contribución de Paul Barker, uno de los colaboradores más relevantes en la historia de la banda.

Sin embargo, después de Dark Side of the Spoon, Jourgensen se ha decantado por el hardcore metal, priorizando el ruido y el volumen sobre la melodía y los riffs memorables. Una pena, puesto que el “tío Al” (como muchos fanáticos llaman a Jourgensen) ha demostrado ser capaz de mejores cosas. Pero, para mantener una actitud positiva en esta página, juzguemos al grupo por su mejor obra. Por ello, la recomendación final es adquirir desde Twitch hasta Psalm 69, ya que esos álbumes son dignos de formar parte de una buena colección de rock. Los siguientes discos se deben tratar con cuidado: todavía contienen cosas interesantes, pero los más recientes son, en el mejor de los casos, mediocres. ¡Pero esto último no se lo cuenten al “tío Al”!

Discografía:

1983: With Sympathy
1986: Twitch
1988: The Land of Rape and Honey
1989: The Mind Is a Terrible Thing to Taste
1992: Psalm 69: The Way to Succeed and the Way to Suck Eggs
1996: Filth Pig
1999: Dark Side of the Spoon
2003: Animositisomina
2004: Houses of the Molé
2006: Rio Grande Blood
2007: The Last Sucker
2012: Relapse
2013: From Beer to Eternity

viernes, 21 de julio de 2017

Introducción: Playlists

¡Hola a todos! Qué día tan fabuloso ha sido hoy. Por eso yo, Hank Abraham Galt, el arrogante (de acuerdo con algunas personas malintencionadas, pero que tienen algo de razón) autor de este blog, les desea dar un anuncio.

A partir de este viernes, se va a incluir una nueva sección llamada Playlists. Para dar una introducción apropiada, hagamos un breve FAQ, el cual espero que esté propiamente redactado y estructurado, para que nadie me diga un “FAQ you!”.

FAQ:

¿Qué vamos a encontrar aquí?

Una serie temática de ocho canciones, con comentarios de Hank Galt. Los temas serán muy diversos: la vida, la muerte y todo lo que hay entre esos dos polos. Las canciones tendrán mucho que ver con el estilo de los álbumes que se reseñan aquí (rock, pop y todas las variaciones, aunque no se descarta incluir más géneros musicales).

¿Vamos a poder escuchar las canciones que se van a describir?

¡Oh sí! La idea es que todas las playlists puedan escucharse a través de Spotify. Las playlists se crearán ahí y estarán disponibles en cada una de las entradas de este blog.
Si no cuentan con dicho servicio, siempre pueden recurrir al viejo y confiable Youtube.

¿Podremos descargar las canciones de las listas de reproducción?

Muy buena pregunta, y agradezco mucho que usen el término en español. Es bueno saber que no se ha perdido el buen uso del idioma de Cervantes en la era de Mark Zuckerberg. Para resolver esa duda, pueden revisar este otro FAQ.

Wait, what? ¿Por qué ocho canciones y no diez o cinco o veinte?

¡Qué bueno que lo preguntan!

Verán, todo tiene que ver con una pequeña historia de un viejo amigo que ya no se encuentre en este barrio.

En la preparatoria, conocí a mi buen amigo llamado Octavio. Él siempre me contaba una anécdota que le ocurrió en la secundaria. En una de las materias, la tarea era investigar el significado de su nombre. Después de la investigación rutinaria, llegó el día de la clase, en la que cada miembro del grupo debía decir qué significaba su nombre. Al llegar su momento, el grupo sólo escuchó unas palabras: “el octavo”. Siempre se sintió decepcionado de tener un nombre con un significado tan simple. Me decía “con veinte mil nombres en el mundo, ¡me tuvieron que poner ese!”. Y remataba “y en la misma clase, tenía a un compañero cuyo nombre significa “estrella de oro”” (lo más increíble del asunto es que tuvo a dos compañeros, uno en la preparatoria y otro en la universidad, que se llamaban Zaratustra. DOS. PERSONAS.DIFERENTES.).

Después de esa asignación, le pasó algo raro, algo que no había anotado hasta ese entonces. Muchos de sus compañeros confundían su nombre: a veces no era “Octavio”, sino “Omar”; otros días, no era “Octavio”, sino “Horacio”; otro día, no era “Octavio”, sino “Oscar”; otro día, era “Homero”. Dicha situación le causaba todavía más frustración; su nombre no sólo tenía un nombre “aburrido” (de acuerdo con sus palabras), sino que, además era olvidable.

Así que, a manera de tributo a ese querido amigo, he decidido hacer playlists con ocho canciones cada una. Al menos, así, esté donde esté, sabrá que aquí, en este pequeño blog, SÍ recordamos su nombre.

Sin más preámbulo, esperemos, cada viernes, una lista de reproducción nueva. El primer tema es demasiado bueno para ser verdad y, de seguro, estará lleno de optimismo.

HAG


Playlist 1: Canciones para mi funeral

jueves, 20 de julio de 2017

Roger Waters: Is This the Life We Really Want? (2017)


1. When We Were Young; 2. Déjà Vu; 3. The Last Refugee; 4. Picture That; 5. Broken Bones; 6. Is This the Life We Really Want?; 7. Bird in a Gale; 8. The Most Beautiful Girl; 9. Smell the Roses; 10. Wait for Her; 11. Oceans Apart; 12. Part of Me Died

El 2017 ha sido un año productivo para los “dinosaurios” del rock. Y, aunque parezca que algunos de ellos sólo estrenan discos para salir de gira y ganarse unos cuantos dólares, la mayoría de ellos tienen un objetivo, ya sea pequeño o grande. Por ejemplo, Americana, de Ray Davies, es una especie de tributo a la música estadunidense y su influencia en la obra de los Kinks; Novum, de Procol Harum, sirve para recordarnos que Gary Brooker es uno de los mejores (y más infravalorados) compositores del rock; Triplicate, de Bob Dylan, sirve para demostrarnos que las canciones del Tin Pan Alley no necesitan una voz como la de Sinatra; incluso el año pasado, David Bowie y Leonard Cohen editaron sus últimas obras, como una manera de despedirse de este mundo. Demonios, incluso Fripp y King Crimson, con su disco triple Radical Action to Unseat the Hold of Monkey Mind intenta demostrarnos que sigue tocando tan bien como hace cuarenta años y que la obra del grupo tiene coherencia a pesar del cambio constante de miembros. Eso sí, decidir si cada disco cumple o no con su objetivo, depende de cada uno de los escuchas.

¿Por qué tanto rollo para una reseña? Pues verán, de todos los discos mencionados, This Is the Life We Really Want? es el peor. Sé que con las reseñas positivas que ha cosechado este álbum (y con la “pasión” de los fanáticos de Waters y Pink Floyd) muchas querrán comenzar a mandarme correos electrónicos de odio, pero es la verdad. No encuentro la razón objetiva de tantas críticas positivas para un álbum tan flácido, aburrido y carente de objetivo. Sólo puedo explicarlo por el amor que se tiene por la música de Pink Floyd (no me malinterpreten: amo esos álbumes clásicos tanto como cualquiera). O tal vez se deba a que todo el mundo deseaba un nuevo álbum de Waters, en estos tiempos oscuros y llenos de miedo. Pero no, lo siento, este disco no es bueno.

Hay que quitar del camino lo que ya sabemos: Waters nunca ha sido maestro en la confección de melodías memorables ni ha sido un gran poeta (con esa actitud tan pedante y condescendiente, ni en sus buenos tiempos estuvo al nivel de Keith Reid, Bob Dylan o Peter Gabriel); tampoco ha sido un virtuoso. Pero esos problemas los enmascaraba con su capacidad de crear conceptos absurdos pero interesantes o con efectos especiales o con comentarios sociales agudos. Pero este álbum se niega a presentarnos una sola idea musical nueva u original, los comentarios sociales son predecibles y los efectos de sonido son casi inexistentes. ¡Y las letras! No comencemos con las letras. Si quieren darse una idea del nivel de las letras, revisen el track que da título al álbum (“The ants don't have enough IQ to differentiate between/The pain that other people feel”…”So, like the ants, are we just dumb?/ Is that why we don't feel or see?/Or are we all just numbed out on reality TV?” ¡Oh, gracias Roger por abrirme los ojos, yo siempre había pensado que las hormigas tenían suficiente CI para eso y muchas más cosas!). ¿Todavía no se convencen? ¿Qué tal esto: “If I had been God/With my staff and my rod/If I had been given the nod/I believe I could have done a better job”? No sé acerca de la existencia de Dios, pero tampoco estaría tan seguro de que Mr. Waters haría un mejor trabajo…

¡Peor basta de letras! La música es lo que importa y aquí es donde hay más malas noticias. La mayoría de los temas carecen de una melodía interesante; después de escuchar el disco varias veces, ninguno de los temas se me ha quedado grabado. Incluso las baladas acústicas, tan del gusto de Waters, son olvidables: ninguna se acerca, siquiera, al nivel de “Watching TV” del Amused to Death o de los temas de Music from The Body y eso que no eran la gran cosa. 

Al final, sólo hay tres temas que ofrecen algo interesante, de manera relativa y considerando que se basan en reciclar ideas viejas. “Picture That” se basa (sin el más mínimo intento de disimularlo) efectos de sonido de “One of These Days” y “Echoes”. El tema titular cuando menos tiene un línea de bajo y una parte de saxofón que brindan cierta atmósfera de tensión. “Smell The Roses” es un tema roquero que suena como una mezcla entre “Time” del Dark Side y los temas de Animals.  ¿Pero para que acudir a Is This the Life We Really Want? cuando podemos ir directamente a la fuente y poner a girar ese par de álbumes? Lo más grave del asunto es que probablemente sea el último álbum en estudio del buen Roger y sería una pena terminar una carrera (al menos, en el estudio de grabación) de forma tan lánguida.

Además, todos sabemos que Waters podría seguir llenando estadios durante años sólo con el material de Pink Floyd. Tal vez sólo quería ganar unos cuantos dólares sin necesidad de salir “a la carretera”…y no hay nada de malo con eso, pero Is This the Life We Really Want? pudo ser mejor. Parece que se escribió y grabó sin mucho interés. Sólo pregúntense esto: ¿ven que sea posible que este álbum se reedite en 20 años, como pasó con Amused to Death?

Así que, eviten este álbum a toda costa. Ni siquiera creo que pueda ser recomendable para los fanáticos aferrados de Waters o de Floyd.

¡Ah, lo olvidaba! A pesar de todo, sí hay una joya lírica en el álbum: “Picture a cathouse with no fucking whores”. Ese mundo, estoy seguro, es uno en el que muchos NO querrían vivir.