viernes, 7 de julio de 2017

Roger Waters: Music From The Body (1970)


1. Our Song; 2. Sea Shell and Stone; 3. Red Stuff Writhe 4. A Gentle Breeze Blew Through Life; 5. Lick Your Partners; 6. Bridge Passage for Three Plastic Teeth; 7. Chain of Life 8. The Womb Bit; 9. Embryo Thought; 10. March Past of the Embryos; 11. More Than Seven Dwarfs in Penis-Land; 12. Dance of the Red Corpuscles; 13. Body Transport; 14. Hand Dance — Full Evening Dress; 15. Breathe; 16. Old Folks Ascension; 17. Bed-Time-Dream-Clime; 18. Piddle in Perspex; 19. Embryonic Womb-Walk; 20. Mrs. Throat Goes Walking; 21. Sea Shell and Soft Stone; 22. Give Birth to a Smile.

El primer álbum en solitario de Roger Waters es una colaboración con Ron Geesin, quien colaboró con Pink Floyd en el disco Atom Heart Mother. La incursión del bajista en las bandas sonoras no era nueva:Pink Floyd, para 1970, ya había grabado la banda sonora More. Este disco es una banda sonora de un documental sobre el cuerpo humano (de ahí el título). Debo confesar que no lo he visto y tal vez no lo haga en un futuro cercano (es curioso que las bandas sonoras que grabó Pink Floyd sean más conocidas que las películas a las que pertenecían).

Lo que nos concierne por el momento es la música. ¿Cómo suena este disco? Pues justamente como eso, como una banda sonora un tanto…” curiosa”. Verán, en realidad son pocos los tracks que pueden considerarse canciones; la mayoría de los temas en realidad son fragmentos (muchos no rebasan los tres minutos de duración) de lo que podría considerarse como una “mini-suite”. La orquestación de la mayoría de los temas es muy similar a la suite “Atom Heart Mother”. Si han escuchado ese álbum, la gran parte de este disco les será familiar. En muchas de estas piezas, lo más recurrente son guitarras, coros y violines que, en muchas ocasiones, suenan demasiado dramáticos; supongo que ese era el efecto deseado pero que puede llegar a ser repetitivo.

Tal vez lo más interesante en las piezas compuestas sólo por Geesin es que, en ellas, se incluyen varios sonidos provenientes del cuerpo humano. Por ejemplo, el primer track se llama, adecuadamente, “Our Song”, y en él hay sonidos de flatulencias, resoplidos, voces, risas, con una parte de piano como fondo. En este apartado, una pieza interesante es “Body Transport”, que se compone únicamente de susurros, sonidos de respiración y voces, por casi tres minutos. No sé si se pueda considerar “música” en el sentido estricto, pero es interesante escuchar algo así, al menos una vez. Además, me recuerda a algunos de los efectos que el mismo Pink Floyd utilizó en varias de sus canciones.

La otra parte del disco se compone en temas puramente escritos por Waters, los cuales son cuatro: “Sea Shell and Stone”, “Chain of Life”, “Breathe” y “Give Birth to a Smile”. Los tres primeros son muy similares entre sí y siguen la misma vena que las primeras composiciones “solistas” de Waters en el grupo (como “If” y “Grantchester Meadows”); es decir, baladas acústicas. Tal vez la más notable, por tener un carácter un poco más “serio”, es “Chain of Life”. Especialmente, la parte que inicia con “Your child is growing fast…” tiene un carácter solemne, pero, en una forma extraña, enternecedor. Al final, estas tres canciones no son esenciales en el catálogo de Waters, ya que no aportan nada nuevo a lo que ya había escrito en Pink Floyd, pero no son malas por sí mismas.

Esto nos lleva al comentario más atrevido que leerán en esta reseña. Y es que el tema final, “Give Birth to a Smile”, SÍ se puede considerar como la única canción relevante del disco, especialmente en el repertorio solista de Roger. Al final, sólo es una breve canción con toques de góspel y rock (incluso las coristas añaden un buen toque al tema). Es más, me atrevería a decir que este tema es el precursor natural de varias canciones del Dark Side of the Moon. La línea de guitarra es muy buena (al parecer, por parte de Gilmour, aunque no quede escrito en los créditos), el verso que da título a la canción es pegajoso y es una de las pocas veces, al menos hasta este punto, en el que Waters escribe algo que puede transmitir un sentimiento. Esta pieza funciona como la culminación del álbum (aunque no sé sea de manera similar en el documental), pero suena como un verdadero himno que rinde tributo a la vida. Bien por Roger.

Aun así, no recomendaría que fueran corriendo a comprar este disco. Tal vez, sólo sea una tarea de fanáticos de hueso colorado del buen bajista. Sí pueden, compren de manera digital (claro, si es que está disponible en ese formato) “Give Birth to a Smile” y ahórrense un álbum completo que, si bien no es desagradable, en realidad, no es esencial. ¡Y cuidado amigos! A menos que desayunen, coman y cenen con música de Waters, no vayan a pagar los precios estúpidamente altos que algunos piden por este CD. 

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